martes, 30 de diciembre de 2008

Carta a Bachelet

Puerto Montt, 14 de Diciembre de 2008

Señora Michel Bachelet
Presidenta de la
República de Chile

Respetada señora presidenta:

Estamos en un periodo paradigmático de verdaderos y enormes cambios históricos. Mucho más importante que los cambios que ocurrieron con la caída de los socialismos reales y particularmente con la desaparición de la Unión Soviética a comienzos de década de los años 90 del siglo pasado.

La caída de los socialismos reales produjo un enorme y devastador impacto en la psiquis planetaria. El movimiento socialista mundial cayó en un profundo estupor. Gran parte de sus filósofos e ideólogos denegaron de sus ideas y de sus libros. No pocos adoptaron la única ideología que aún sobrevivía con éxito a nivel planetario es decir, el liberalismo.

Cientistas políticos de gran prestigio anunciaban un nuevo amanecer en la humanidad. Huntington predijo la nueva ola democratizadora y Fukuyama anunció el fin de la historia. Ahora, el liberalismo democrático dominaría todos los sistemas políticos, y el capitalismo anglosajón dominaría todas las economías del planeta.

En Chile, el impacto de este gran fenómeno histórico fue igualmente avasallador. La ideología neo liberal entró como un gigantesco tsunami en todos los rincones de la vida política y económica nacional. La Democracia Cristiana abandonó varios siglos de pensamiento humanista cristiano y su comunitarismo socioeconómico. Los partidos marxistas se avergonzaron de Marx, Engels, Lenin, Mao y Fidel Castro. Casi todos, sin excepción, aceptaron el gigantesco triunfo ideológico del liberalismo. Los libros de Adam Smith, Ricardo, Mills, Buchanan, Freedman y tantos otros dominaron el pensamiento político chileno. Muy pronto nació el consenso de Washington, las privatizaciones, la reducción del tamaño y función del Estado
y naturalmente, toda la teoría y metodología del ajuste estructural.

No obstante Chile, al igual como lo hizo entre 1810 y 1829 y particularmente entre 1891 y 1920 (la primera y segunda ola liberal que ha experimentado el país), ignoró totalmente un importantísimo componente del modelo económico liberal. Este componente fundamental se le denomina el resorte, el espíritu, el alma, la pasión, o los valores culturales y éticos esenciales para el buen funcionamiento de dicha ideología. Cuando la sociedad posee en su subsistema cultural una gran abundancia de los valores éticos que sustentan el modelo capitalista moderno, este modelo enriquece a las naciones y crea en la tierra el paraíso soñado por los autores bíblicos. Pero cuando este espíritu o resorte no existe o existe muy débilmente se crea un infierno que termina por incendiarse en llamas irremediables. Esto ha sido analizado extensivamente por los filósofos liberales modernos empezando con Adam Smith y luego siguiendo con Weber, Parson, Schumpeter, McClelland, Winter, Pye, Almond, Coleman, Powell, Huntington y Landes. En América Latina los pensadores más destacados en este tema han sido Claudio Veliz, Carlos Alberto Montaner y Mario Vargas Llosa.

El capitalismo moderno no funciona adecuadamente con lo que vulgarmente se conoce como “la ética de mercado” es decir, la búsqueda de lucro. El capitalismo moderno funciona sólo con la ética protestante en occidente y con la ética confusionista en el Oriente. Las características más importantes de esta ética en occidente son el trabajo constante y productivo, el ahorro sostenido, la inversión razonable y juiciosa, el mandato divino por expandir los negocios y las empresas a fin de dar trabajo masivo, el respeto a la naturaleza y el medio ambiente, el salario y la jubilación digna para los trabajadores, la filantropía, el rol social de la empresa, la represión del consumo superfluo y finalmente la entrega de la riqueza personal acumulada mediante fundaciones destinadas a ayudar a los pobres y a los menos favorecidos. La salvación, el tema central de los calvinistas (o sea la entrada al paraíso después de la muerte en la tierra), sólo se obtiene si el individuo ha llevado una vida ejemplar, similar a la de los santos de la Biblia. Al acercarse a la vejez, el calvinista debe desprenderse de sus riquezas materiales ya que cree fervientemente en el precepto de que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos”.

Sin este poderoso componente ético fundamental, el modelo capitalista se corrompe hasta sus bases esenciales, muere y se pudre irremediablemente; entonces se produce lo que Montesquieu denominaba “la pérdida de la virtud republicana” o sea, la pérdida del resorte que legitima la forma de gobierno denominada república aristocrática. Marx denominó a este sistema corrupto el infierno en la tierra. Los burgueses representados por los empresarios grandes, medianos y pequeños, se corrompen hasta los huesos, e inventan esquemas fraudulentos a fin de ganar cada vez más dinero con el objetivo de darse la gran vida aquí en la tierra. Ya no hay diferencias entre capitalistas y vulgares piratas, bandoleros o mafiosos. Estos esquemas fraudulentos y corruptos se desploman como un castillo de naipes. Como resultado de esta corrupción ética, primero se produce la inflación desenfrenada, luego la recesión y finalmente la deflación paralizante. Toda esta cadena de causa y efecto termina por crear la miseria de cientos de millones de seres humanos que pierden sus empleos. El planeta entra así en un ciclo económico depresivo que arruina a naciones y civilizaciones. Esta catástrofe económica termina con guerras civiles y finalmente en guerras que involucran a muchos países.

Esta triste anaciclosis (o teoría de los ciclos históricos) ha ocurrido de esta manera en forma regular durante los últimos 500 años. Esta teleología histórica es la que Marx utilizó para explicar las contradicciones dialécticas del capitalismo corrupto. En esencia, este sistema crea dialécticamente las semillas de su propia destrucción. El afán o espíritu de lucro desbordado produce inversiones especulativas. Esto porque los capitalistas corruptos no se conforman con un 5 ó 10% de ganancia anual y aspiran a retornos superiores al 20 ó 30% del capital invertido. Para lograr estas ganancias excesivas los capitalistas deben lograr una mayor plusvalía de sus trabajadores. Esta práctica determina que grandes sectores del planeta se empobrezcan relativamente, al mismo tiempo que insignificantes minorías se enriquecen a niveles jamás experimentados por la historia humana. La extremada concentración de la riqueza en pocas manos lleva al inicio del ciclo económico depresivo. Éste es un círculo vicioso que se inicia con un fundamental desequilibrio sistémico entre oferta y demanda. La oferta de productos y servicios es enorme y esto por la expansión especulativa de las inversiones, pero al mismo tiempo, debido a la plusvalía la demanda real es cada vez menor. La plusvalía impide el crecimiento del poder adquisitivo de las grandes mayorías y estas gradualmente dejan de comprar y consumir. El capitalismo corrupto por un tiempo logra solucionar este desequilibrio con el crédito fácil, pero este instrumento al cabo de algunos años también colapsa y pronto el círculo vicioso se inicia nuevamente. Los escaparates de las grandes tiendas están llenos de productos no vendidos, lo mismo ocurre con las bodegas de los productores. Naturalmente, siguiendo la ley de la oferta y la demanda, los precios gradualmente comienzan a bajar al comienzo del ciclo para luego desplomarse en una deflación generalizada. Por supuesto que con la bajada de los precios de bienes y servicios las utilidades también disminuyen y pronto dejan de existir. Las empresas fracasan y las quiebras se expanden por todos lados. Las quiebras producen un ejército de desempleados que gradualmente se van sumando a la enorme muchedumbre de ciudadanos incapacitados para gastar y consumir. Es así como se desata la depresión donde los precios y las utilidades caen en picada porque son muy pocos (los muy ricos) los que pueden preservar su poder de consumo anterior; la economía se paraliza y termina por colapsar irremediablemente.

En la primera mitad del siglo 20 esto fue lo que ocurrió en Chile entre 1911 y 1914, y luego entre 1918 y 1920 y finalmente, entre 1929 y 1938. El Estado social demócrata o también llamado Estado de bienestar que fue la respuesta a esta crisis, se extendió entre 1940 y 1973. A pesar de sus imperfecciones, el control de la economía por parte del Estado durante este período, impidió la repetición del catastrófico círculo vicioso depresivo.

No obstante, la vuelta al liberalismo a partir de 1973 produjo las crisis de 1974 a 1976, posteriormente las crisis de 1982 a 1984 y finalmente, la crisis de 1997 a 1998.

La crisis actual iniciada en diciembre de 2007, también al igual que las anteriores, se ha producido por un profundo desequilibrio entre oferta y demanda. Una vez más la teoría marxista de la plusvalía sirve para entender este fenómeno. En los países centrales o con capitalismo desarrollado, en los últimos 30 años los ricos se han hecho inmensamente más ricos, mientras las enormes mayorías han perdido los niveles de ingreso propios del Estado de bienestar. Este desequilibrio se solucionó por algunos años con el crédito fácil, particularmente con las tarjetas de crédito. Pero es precisamente este invento genial y maquiavélico el que ahora no funciona.

El despreocupado consumidor armado con docenas de tarjetas de crédito ahora se ha quemado y está gravemente herido. Tiene profundo miedo y está empezando a recordar y entender el gran temor que sufrieron sus abuelos con la gran depresión del año 29. Ante la catástrofe de perder su casa y también perder el empleo, los ciudadanos de aquella época, recurrieron a prácticas tradicionales y ancestrales como la drástica reducción del consumo y el cuidadoso ahorro de todo dinero sobrante. Eso es precisamente lo que está empezando a ocurrir ahora. El Estado podría cubrir todas las pérdidas de los bancos y estos podrían empezar a prestar alocadamente como antes. Pero el ciudadano promedio está herido y con mucho miedo y ninguna de estas medidas resultará tal como lo esperan las autoridades. La única manera en que el mundo se recupere es procurando un trabajo seguro y bien remunerado para las grandes mayorías. Esto sólo lo puede otorgar el Estado. Naturalmente esto es precisamente lo que el presidente electo Obama piensa hacer en los Estados Unidos y los líderes de Europa, Japón y China piensan hacer en sus respectivas regiones. Pero esto es un cambio trascendental de larga y difícil duración. Las empresas estatales necesitan ser creadas y financiadas y el personal necesita ser reclutado y entrenado. Por lo tanto, los resultados de todo este gigantesco cambio sólo podrían tener un efecto significativo después de algunos años de implementación.

Debido a todo esto es que la crisis planetaria no será de una rápida caída seguida de una rápida recuperación. En otras palabras, el mundo no verá un gráfico tipo V así como ocurrió en las crisis de la segunda mitad del siglo 20. Esta vez el problema es muchísimo más profundo y el gráfico que se debe esperar es parecido a una L es decir, una drástica caída en el producto bruto mundial seguida de una muy lenta y duradera recuperación. En esta situación, la recuperación sería después de varios años tal como ocurrió en la gran crisis del año 29, o como la crisis que ha tenido el Japón en los últimos 12 años.

Chile tiene fondos de reserva para sobrevivir una brutal caída de sus exportaciones. Sin embargo, estos fondos con suerte durarán unos tres o cuatro años. Pero si la crisis es en L tal como la actual crisis japonesa después del cuarto año no habrá divisas para importar petróleo, maquinarias, medicinas y comida. En otras palabras, el país se hundirá en un caos económico similar al que Chile vivió en los primeros 30 años del siglo 20. Posteriormente a esta catástrofe económica, surgirá la crisis social y esto se rematará con una enorme crisis política.

Es preciso recordar que la mal llamada “cuestión social” fue la terrible lacra de pobreza extrema que afectó a la inmensa mayoría de los chilenos entre 1900 y 1938. El pueblo empezó a morirse de hambre y en desesperación, se organizaron ollas comunes para dar un plato caliente a los millones de desempleados que invadían el valle central huyendo de la miseria de la minería paralizada en el norte y de los fundos paralizados en el sur. Se llegó a un punto tan extremo en que compañías multinacionales de seguros dejaron de vender pólizas a sectores medios y aún a sectores de la burguesía. El crecimiento demográfico como consecuencia de todo esto cayó brutalmente.

La catástrofe social provocó a su vez un profundo cambio político. La oligarquía antipatriótica que gobernó Chile después de la muerte del presidente Balmaceda fue reemplazada por la clase media en 1920. Fue esta nueva clase dirigente la que en desesperación, dio los primeros pasos para crear el Estado Social Demócrata o también llamado Estado de Bienestar, y el cual se consolidó después de 1939 con la elección de presidentes radicales y la creación y desarrollo de la Corporación de Fomento a la Producción y las decenas de empresas estatales que dependían de ella.

Ahora, a mediados de diciembre de 2008, parece ser evidente que nuevamente tenemos un inmenso cambio paradigmático. El presidente electo Obama acaba de anunciar que revivirá toda la estructura estatal que soportó el Nuevo Trato del presidente Roosevelt. Es decir, sacará al país del abismo al cual lo empujó el presidente Bush, a través de la acción estatal, principalmente de la creación de instituciones y empresas públicas.

De esta misma forma, Chile debería archivar toda la literatura relacionada con la ideología económica y la política liberal. Ella no podrá aplicarse por muchos años pues el mundo definitivamente cambió a mediados del 2008, cuando el Estado se hizo cargo del sistema financiero estadounidense. Este es un cambio mucho más drástico y fundamental que el cambio que provocó la caída del muro de Berlín y posteriormente, la caída de los socialismos reales a partir de los años 90 del siglo 20 y que sepultó al socialismo totalitario.

Es preciso volver al pragmatismo no ideológico y rescatar algunas prácticas social demócratas. Chile no podrá ofrecer tasas de retorno al capital suficientemente atractivas por los próximos 5 a 10 años. Por lo tanto, no podrá contar ni con el capital nacional ni el extranjero para salir del hoyo económico al cual probablemente se caerá en los próximos 2 años.

La solución de emergencia radica en la creación y desarrollo de instituciones estatales y de empresas públicas muy bien equipadas y muy bien administradas para producir los bienes públicos y de consumo que no se podrán importar. Pero más importante a fin de reducir la cesantía a niveles manejables, los bienes públicos tales como el agua, la electricidad, el gas, las telecomunicaciones, el transporte, alcantarillado, industria pesada, salud, educación, obras públicas, vivienda, minería, bancos, etc., deberán ser manejadas por el Estado.

En las crisis agudas de la primera mitad del siglo pasado, el producto nacional de Chile, bajó de entre un 20 y un 30% y la cesantía real subió a un 20 y un 30% de la masa laboral. Esto fue precisamente lo que ocurrió en tres ocasiones en la primera mitad del siglo 20 (crisis 1911 – 1914, 1918 – 1920 y 1929 – 1938). El sector privado internacional abandonó rápidamente el país y el sector privado nacional se desplomó en forma inoperante y vergonzosa. Por lo tanto, la única alternativa posible fue recurrir a la acción estatal y ello evitó una catástrofe social y política de una magnitud muchísimo mayor. Otros países fueron menos afortunados, cayeron en el caos absoluto y luego en dictaduras totalitarias interminables, ya fuera de corte fascista o de corte comunista.

Ahora en cambio, las condiciones internacionales son adecuadas para una solución social demócrata en Chile. Los Estados Unidos, aún cuando quisieran, no podrían intervenir en Chile. El país puede con tranquilidad, re-nacionalizar las minas privadas de cobre y de otros minerales estratégicos. Las tropas del policía mundial están ocupadas en el medio oriente y esa es la zona que será de vital importancia para la super potencia en los próximos 5 a 10 años. Además, los ciudadanos estadounidenses acaban de elegir a un presidente, que además de prometer políticas no intervencionistas ni imperialistas, no tendrá más remedio que aplicar medidas económicas similares a las que aplicó el presidente Roosevelt en la década de los años 30 del siglo pasado. Es decir, un acentuado keynesianismo que se traducirá en revivir una vez más el Nuevo Trato, donde el Estado se hace directamente cargo de crear empleo a millones de ciudadanos mediante la reparación y reconstrucción de gigantescos proyectos de obras públicas. Para ello se fortalecerán empresas públicas tradicionales tales como la Administración del Valle del Tenesee (TVA), la NASA, las Autoridades Portuarias y la Autoridad encargada de la construcción de carreteras, puentes, viaductos y represas.

Europa, China, la India, los tigres asiáticos y Japón, pronto tomarán el mismo camino intervencionista. Gran parte de América Latina ya está adoptando esta nueva política social demócrata. La derecha europea ve con desesperación las nuevas políticas del primer ministro británico Brown y del presidente francés Sarkozy. A ambos los está acusando de ser socialistas encubiertos ya que ambos han declarado que el neoliberalismo es un cadáver y que debe ser enterrado lo antes posible.

Fuera de crear rápidamente empresas públicas de calidad (existe el conocimiento teórico y práctico necesario para alcanzar alta productividad y evitar la corrupción en el funcionamiento de estas organizaciones estatales), Chile debe integrarse y colaborar con los esfuerzos que el continente latinoamericano está haciendo para formar un mercado común en la región. Es sólo cuestión de tiempo para que México, Centro América, Colombia y Perú se integren a este creciente movimiento independentista del sur. Chile no puede ni debe quedar aislado en la región. Ello sería insensatamente peligroso para la seguridad nacional y sobrevivencia del país.

Señora presidenta, acuérdese de sus hermosos sueños de juventud. Ellos naturalmente no pudieron realizarse porque en esos años el mundo era distinto y las fuerzas opuestas al progreso económico y social de las grandes mayorías eran enormemente poderosas y aplastantes. Ahora la situación es totalmente distinta. Por favor levántese y mire hacia las estrellas y deshágase de los Velascos que la rodean. Atrévase a liderar la salida de la obscura caverna donde todo es sombra en blanco y negro. Ya una pequeña y brillante luz se ve al fondo y arriba de esta gruta. Afuera hay un sol radiante que da un brillo especial a los fabulosos colores de un gigantesco arco iris que ya se diseña en el horizonte.

La situación de Chile a comienzos del 2009 será como el dilema que podría tener el capitán de un hermoso y grande barco a vela. Este es un velero de tres palos pero al mismo tiempo esta dotado de poderos y sofisticados motores diesel algo así como la Esmeralda. Debido a una desafortunada colisión se ha averiado su tanque de combustible y como consecuencia de ello se ha quedado sin petróleo. El hermoso barco está a la deriva a la entrada del golfo de México, justo en la trayectoria de un huracán grado 6. Esta es la tormenta perfecta que irremediablemente hundirá a todos los navíos que encuentre a su paso.

Los ingenieros y mecánicos encargados de la sala de máquinas se han vuelto locos e insisten en que el daño se puede reparar y que un buque tanque pronto podrá entregar petróleo. La enorme presión de los acontecimientos ha alterado el juicio y el uso de la razón del personal de la sala de máquinas. Al paso de las horas y de los días, algunos de los maquinistas definitivamente han enloquecido y son incapaces de apreciar la realidad y se afincan a sus creencias dogmáticas. Algunos de los más desquiciados están proponiendo usar el agua de mar como combustible.

Afortunadamente usted es el capitán y naturalmente tiene otras alternativas. Puede usar el viejo pero probado velamen a su disposición para así alejarse de la zona de máximo peligro y así, con relativo éxito, lograr capear a tiempo el temporal. Las técnicas de la navegación a vela, por supuesto, no son el último grito de la moda, pero la tripulación que maneja las velas son viejos expertos en la materia. Las metodologías de la navegación a vela son efectivas y se han practicado con éxito por miles de años. Dentro de su tripulación afortunadamente usted aún tiene expertos conocedores de esta técnica.

Usted, como capitán razonable y visionario, dicide delegar toda la autoridad necesaria en los especialistas de la navegación a vela. Afortunadamente sus decisiones son las correctas y así el barco con su tripulación intacta derrotan los peligros y eventualmente llegan a puerto seguro con daños menores.

Empresas públicas como la ENAP, CODELCO, la CORFO y otras pocas que aún subsisten, son los restos del velamen de Chile. Es preciso expandir exponencialmente esta valiosísima alternativa. Si lo hace, usted pasará a la historia, no como la primera mujer presidenta, sino como el líder legendario (así como Portales lo hizo a comienzos del siglo diecinueve) que salvó a Chile a comienzos del siglo veintiuno. Portales (aún cuando tenía ideas liberales) utilizó al Estado como el principal motor del desarrollo nacional y gracias a ello, el país pudo salir de la crisis económica producto de las guerras de independencia y del subsiguiente período anárquico. Chile tuvo así 50 años de desarrollo acelerado y sostenido (el país creció 8% por año entre 1830 y 1880) y estuvo a punto de alcanzar el estándar de sociedad industrialmente desarrollada.

Desgraciadamente, de nuevo el incongruente dogma liberal (incongruente pues el país ya no tenía los valores y la clase empresarial necesaria), arruinó estas brillantes expectativas y gradualmente, el país inició su largo proceso de subdesarrollo. El primer presidente corrupto fue el liberal José Joaquín Pérez, que en los años 60, inició la catastrófica transición de la republica portaliana al liberalismo. El presidente Balmaceda (otro brillante liberal) trató de revivir el modelo portaliano, pero desafortunadamente fue derrotado por el imperio británico con la humillante colaboración de la corrupta oligarquía criolla.

Después del catastrófico periodo que va de 1891 a 1938, una vez más, un legendario presidente, don Pedro Aguirre Cerda, decidió utilizar la vieja idea portaliana, y con ayuda de otros iluminados y la cooperación de los Estados Unidos, creó la Corporación de Fomento a la Producción. Afortunadamente, el país logró salir de la profunda crisis socioeconómica, producto de la segunda época liberal y así, pudo retomar con éxito la vía del desarrollo sustentable.

Desgraciadamente este proceso fue violentamente interrumpido por Nixon, Kissinger y la dictadura militar de 1973. Una vez más, las incongruentes ideas liberales se adueñaron de Chile (incongruentes porque los valores culturales de Chile, o sea su espíritu o resorte, son de tipo colectivista, estatista y autoritario, y se tienen muy poco de los valores calvinistas o confusionistas). Ya llevamos más de 35 años utilizando este incongruente y fracasado modelo. Este fue impuesto por los ideólogos de Chicago con la cooperación gustosa de la corrupta y antipatriota oligarquía nacional. No obstante, después de todo este tiempo el país sigue subdesarrollado y tercer mundista.

Ahora, a finales del 2008, estamos en un verdadero punto de inflexión histórico. Hay un camino que va directo al precipicio, esa es la ruta liberal. Pero hay otro camino que podría transformarse en el tercer período intervencionista y estatista de Chile. Y como dice el dicho popular, puede que esta vez, la tercera sea la vencida. Esta vez si se hacen las cosas bien, por fin podría convertirse en realidad el sueño de Portales, Balmaceda, Aguirre Cerda y Allende. El destino del país está en sus manos de cirujana, ojala que las pueda usar bien.

Me suscribo de usted con mis mejores deseos para usted y su gobierno, respetuosamente,









Fernando Duque Ph.D.
Profesor titular en Ciencia Política
Universidad de Los Lagos
Campus Chinquihue, Puerto Montt.




Ps. Me permito adjuntarle copia de un artículo que escribí a los pocos meses de su elección como presidenta. Este artículo fue publicado en abril de 2006. También le incluyo una entrevista del diario “El Llanquihue” y realizada hace pocos días atrás donde se discute el artículo en referencia.

sábado, 22 de noviembre de 2008

A PROBABLE PARADIGMATIC CHANGE IN THE UNITED STATE


F. Duque Ph.D.
Political Science Professor
Universidad de Los Lagos
Puerto Montt, Chile
October 2008


In late October 2008, the world looks on with astonishment at “the beginning of the end” of an historical epoch: the government of the rich, by the rich, and only for the rich. Initiated in the late 1970's, this process seems to be eclipsing in the United States, just as the great nation had seemingly achieved Empire status. For over 40 years, the national income and wealth of the country has gradually concentrated in the hands of the super rich to the detriment of the majority: the working class and poor. And with the initial State plan to save the nation’s beleaguered banking sector, we almost witnessed this concentration accelerate exponentially. During this recent financial crisis, the State put forth policies aimed at “bailing out” Wall Street capitalists, while at first ignoring the millions of working class and poor who are losing their homes and jobs. The US Congress rejected the initial 700 billion dollar “golden parachute” attempt on a national scale, which in essence would have formalized a system that privatizes profits and socialize losses. This is far from the romantic image conjured up by Adam Smith’s “invisible hand of the free market”, upon which capitalism, accurately or not, is founded. Eventually, an incremental deal between the Congress, Senate and Treasury was worked out that would re-introduce transparent “smart” regulation, limit CEO compensation packages and protect “some” homeowners from foreclosure. Most importantly, the government “bail out” would act more as a taxpayer stock investment of the hardest hit financial institutions, with a possible gain on taxpayer investment when these financial institutions got back on their feet.
These recent interventionist measures employed on the nation’s financial sector combined with a probable presidential victory of Democratic Senator Barack Obama early next month could signal an historical transformation for the country and the world. This shift could return the Commanding Heights of the economy back under the watchful control of the State. It also suggests a radical return to democracy at the federal and state level after close to three decades of oligarchic influence. That is, a United States government friendly to everyone, or the government of the people, by the people and for the people.
In this new interventionist regime, Wall Street investment banks no longer have sole dominion over the economic future of the United States. The control of credit and finance has transferred from a small but powerful group of private investors to the US Congress and Senate. Consequently elected representatives now determine whether the financial crisis evolves into a global economic crisis of catastrophic consequences or if the system is nationalized sufficiently enough and in time to save the US economy and the world. Already European governments have implemented similar bail out policies to protect their economies and trading partners. Although experiencing the crisis first, the United States is now playing catch up by comparison. This harkens back to the global contagion of the Asian financial crisis in the mid 1990s. Initiated in tiny Thailand, it soon infected neighboring countries and regions and eventually the West. The great world economies had a chance to address the problem when it first emerged. But at that time, two decades of neo-liberal rhetoric had created an intellectual atmosphere adverse to interventionist solutions and the world’s working class suffered as a result.
How does the greatest economy in the history of civilization find itself in this present crisis? Many observers suggest that for 40 years the US plutocratic elite has unfairly distributed wealth in its favor. Through unchecked political influence, elites and their lobbyists have successfully liberated capital reach beyond national borders. As capital has dutifully sought the highest return, the vast majority of its own consumer constituency has been impoverished with the dismantling of pro-labor wage and benefit structures and outsourcing of high paying job. These regressive policies were responsible in part for the lack of real demand that created the crisis of stagnation and inflation in the 1970's and 1980's. To solve the problem of consumer demand, the plutocratic elite invented with Machiavellian acumen massive and easy credit facilitated by the deregulation of mortgage and credit banking. Credit cards became a daily medium of the consumption, often without sufficient liquid backing, for the purchase of houses, cars and consumer durables. Aside from pseudo-rationalist acumen, these operations made possible a great deal of borderline unethical usury practice: credit cards with hidden fees and usurious large loans to buy houses. They required small monthly payments in the first three or four years, and then these payments increased dramatically after this initial period.
Predictably, the housing bubble exploded in 2007. The result has befallen misery upon millions of homeowners who have had or are in the process of having their houses foreclosed. Banks in turn were unable to cover the huge losses from these toxic mortgages and soon many were on the verge of bankruptcy. Some banks were bought up by other institutions, while others, like a row of dominoes, collapsed. To prevent the financial crisis transforming into a national and global economic crisis, the State has intervened. It has tried to restore liquidity and, more importantly, confidence in national financial institutions to avoid contraction of credit and consumption. However, efforts to date have not yielded the expected results. Hundreds of billions of dollars have been introduced into the market. First, President Bush’s stimulus package directly returned three to six hundred dollars per taxpayer. Unfortunately this did not jump start the economy has hoped. As a result the State eased credit lines for banks, encouraged healthy institutions to buy up banks in bankruptcy, and finally, it has chosen to buy vital institutions with acute problems. In other words, it has nationalized an important part of the banking system.
But even with robust state intervention, the results are not those as expected. The US economy is paralyzed and threatens to descend into a deep recession. Last August, before the massive layoffs in the financial system and related sectors, unemployment was at 6.1% or almost at the level experienced during the last recession spurred on by the dot com bubble. It is now widely accepted that it takes dual income earners to maintain the purchasing power enjoyed by a single earner family of the 1960's. Couple this with even higher reductions in disposable income and a contraction of popular credit and it is not difficult to understand why a peaceful, if uncomfortable, economic revolution is unfolding throughout the United States. As a result, it is highly likely that the African-American candidate will win the presidency in November. The average American is very pragmatic. And faced with a future collapse of his family economy, voters may be willing to put aside ancestral racism. Senator Obama is a genuine representative of the majority. He is trying to defend the interests of the American middle class and proletariat. Meanwhile, Republican John McCain makes thinly veiled “tax-holiday” overtures to the very rich, dressed in middle class phrases like “I’ll fight for Joe the plumber”. One reading of recent polls suggests that cynical campaign rhetoric like this amounts to nothing more than the proverbial exercise of “putting lipstick on a pig.”
Obama’s government program includes measures to transform the federal and state politics from oligarchic plutocracy to a genuine participatory democracy. The Democratic candidate seeks to lower taxes for the middle class and proletariat and raise taxes for the very rich, those who earn two hundred and fifty thousand dollars or more per year. In addition, he promises to save huge resources being spent on arms production and on the Iraq war. He also plans to eliminate tax loopholes for the very rich, eliminate subsidies to big business and review the voluminous foreign aid to countries such as Egypt, Pakistan and other third world allies. With new funds extracted from the wealthy and savings from budget cuts, Obama will attempt to re-invest in health, education, basic welfare, job training and affordable housing for the working and middle classes. At the same time, his plan includes substantial investments in infrastructure and alternative energy resources to replace the nation’s dependence on foreign oil. Furthermore, he seeks to reverse job loss from the corporate outsourcing of well-paid manufacturing and technology jobs, while creating new positions for millions in the emerging energy independent green economy.
Recent polls indicate that a large percentage of the US electorate is unconvinced that the Republican presidential candidate can adequately address the looming financial crisis. Perhaps the collective memory of the US electorate still recalls economic downturns of the past such as the great crisis of 1912 and 1913, the crisis that followed the end of the First World War, and finally the worst of all the 1929 stock market crash. Common to all these historical financial disruptions is the classical contradiction of capitalism, an imbalance between excess supply and weak demand. The pre 1929 social catastrophes were eventually resolved, but with extreme hardship wrought upon many of America’s working poor. In other words, policy-makers relied on the “invisible hand of the free market” to resolve this economic incongruence, ruthlessly punishing those at the lower rungs of society. In contrast, after the market crash of 1929 Republican president Herbert C. Hoover’s failure to adequately address the economic depression paved the way for an interventionist solution that placed the Commanding Heights of the economy under State control. Democratic Franklin D. Roosevelt won the presidency in 1932 and directly by-passed the private financial system, creating well-paid jobs for millions of unemployed and under-employed American workers. Huge public works programs, particularly the construction of major roads and the massive electrification of rural areas, were the levers that allowed the country to rise out from the abyss of depression. Apparently, it is these same Keynesian policies that Obama will try to implement if elected. And this turn of events comes at a pivotal moment in US history. For if left to its own devises, the oligarchic elite might completely destroy any promise of the American dream for future generations. A brief review of Niccolo Machiavelli’s political theory may offer us reasons why.
The historical evolution of US politics can be analyzed using Machiavelli’s theory of “anaciclosis” developed several centuries ago. This is a teleological approach that describes, explains and tries to predict the march of history. It is generally argued that all human societies are moving from traditional authoritarian forms of government towards more participatory or democratic ones. That is, the government of one transforms overtime to the government of a few, which eventually evolves into a government for all.
The evolutionary process begins with the government of one, the philosopher king, who governs for the benefit of all or, better put, for the common good. This form is benignly referred to as a Monarchy. Its sustainable legitimacy through dynastic succession often insures stable ethical standards society wide. When this form of government is corrupted, though, society often falls into the clutches of a ruthless leader. This illegitimate sovereign rules in an unsustainable manner that benefits himself, his family and/or his elite social class, while forsaking the common good. This form of governance is often referred to as a tyranny and can produce great suffering and injustice in society, creating a self reifying series of corrupt or unjust practice in order to maintain power. When the tyranny reaches extreme levels of corruption that can no longer be supported even by those social elites that once benefited from its largess, a revolution is eminent. From the ashes of this political turmoil, a government of a select few is born. This is the rule by the rich, but for the benefit of all social classes. The ruling class is often inspired by great ethical values and patriotism. Like a Monarchy, this form is also considered a sustainable and benign form of government. This political form is referred to as an aristocracy. The essence of the aristocratic Republic is a government of the well educated, most talented, and the wealthiest that works for the benefit and defense of all.
When the aristocracy falls into process of acute corruption, and the rich begin to govern only for their own benefit, and decide to unfairly exploit society, an oligarchic government is born. This form is also referred to as a "malignant plutocracy." After decades or centuries of suffering extreme exploitation and injustice under this cadre of wealthy elites, the working poor rebel, and another benign form of government, democracy, is born. This is a government of all for all. The essence of the democratic Republic is the rule of the majority (the working poor) that governs in the interests of all social classes and the common good.
Democracy can be corrupted when certain interest groups are allowed to circumvent legitimate and ethical process and avenues for their own betterment at the expense of the common good. This parasitical form of democracy is referred to as the oclocracia. This is the government of the greedy with the greedy and only for the greedy. These parasitical interests fall into hedonistic practices and customs, no longer work productively, waste the national wealth and ruin the State. As a result of acute corruption and decadence, the oclocracia destroys the political system. A free society ceases to exist and falls into extreme dependence. The government becomes a “failed State”, which due to systemic weakness, is easily conquered and colonized by a neighboring country with a superior organization. It is at the conclusion of this pessimistic evolutionary process (moving from good to bad) that the original free society suffers great social divisiveness and transform into a vulgar dependent colony of a foreign parasitical State.
Is it possible to apply the theory of “anaciclosis” to a better understanding of the teleological political development of the American society? In the case of this great country, its history begins in Britain with the benign sixteenth century monarchy of Elizabeth I. This queen and hers successors administered a series of relatively benign monarchies that ruled England until the seventeenth century. These monarchs facilitated the colonization of the east coast of the North American continent, while managing with relative wisdom. However, conditions for the American colonists changed drastically in the mid-eighteenth century when the British monarchy gradually transformed into a tyranny. Fortunately this tyranny ended with the American Revolution in 1776. The United States broke with the British Empire and created a benign aristocratic republic. This form of government progressed through the rest of the eighteenth century and most of the nineteenth century. However, in the late nineteenth century, the American elite slipped into an accelerated deterioration of core cultural values. The aristocratic descendants of the American colonists of yesteryear were now super rich and with absolute control over society. Consequently, absolute power corrupted absolutely a large proportion of the aristocracy. The ruling class had lost much of its earlier puritan ethic that Max Weber would argue facilitated the great American success story. Calvinist stoicism was replaced by consumerist hedonism.
This huge cultural change gave birth to a large number of financial and economic crises. The unbridled individual desire for profit was much more important than the public good. Fortunately, by the early twentieth century Theodore Roosevelt and other leaders of the progressive movement substantially challenged this ethical descent. As the leader of the aristocratic elite, Roosevelt was successful in reversing corrupt trends and preventing the transformation of the political system into oligarchy, thus ensuring the survival of the aristocratic republic.
But the elite cancer was never eradicated and when the opportunity presented itself, the elite propelled the political system back into crisis in 1929. Again, another representative of the aristocratic elite, Franklin Delano Roosevelt, managed to save the country yet again. Thanks to President Roosevelt’s New Deal, the country recovered from the dark years by the end of the 1930’s. With the close of the Second World War half a decade later, the historical economic incongruence between supply and demand was finally resolved with the destruction of millions of commercial, agricultural and industrial enterprises in Europe and Asia. By mid century, the reconstruction of post-war Europe coupled with an opportunistic entrepreneurial enterprise that filled the global vacuum left vacant by the former colonial powers, transformed the United States into the most powerful nation on earth. Managing a successful mixed economy with key interventionist regulation and control over the Commanding Heights of the economy, the period from 1940 – 1970 became known as golden age of the American dream, and the aristocratic republic was robustly legitimized.
However, by the end of the 1970’s, the desire for unbridled profit reared its ugly head once again. The US aristocratic elite underwent a process of decadence and excess. As a result of this cultural depravity, the 1980’s saw the Commanding Heights of the economy privatized and key business sectors deregulated under Presidents Reagan and Bush Sr. What followed was the accelerated enrichment of the elite, simultaneous with the gradual impoverishment of the middle class and proletariat. The social cancer of greed increased exponentially through the mid 1990's with the neo-con global policies of the Clinton administration. This corruption was consolidated under President Bush Jr. and Vice President Cheney during the first seven years of the new millennia, an era that will henceforth be referred to by history books as the American Empire of the 21st Century. The political system achieved full plutocracy, while democracy survived only at the level of local and municipal governments.
Now we stand at the threshold of a paradigmatic shift. It is likely that the tertiary corruption of the oligarchic elite could be the beginning of the end of its plutocratic rule. Even after spending close to a trillion dollars on the current financial crisis, it will likely not be enough to prevent the onset of a serious economic depression. With the State bailout, banks could try to lend money and temporarily stimulate consumption. But the proposed measures do not include a meaningful redistribution of income or an increase in real wages, the only stimuli that can insure sustainable consumer demand. It is possible that in this climate of financial uncertainty without real increases in disposable income, the average citizen will drastically reduce their spending. Consumer fear could be the tipping point over which the US economy descends into an economic and social depression.
These historical trends have converged at an opportunistic moment for Senator Obama. Given recent economic events, his Election Day win early next month is quite likely. Moreover by riding Obama’s coat tails, the Democratic Party might deepen its hold in the House and Senate. Once in power, the new leadership could initiate a paradigmatic shift. That is, a change from a government favorable to a few extremely wealthy interests, to a government favorable to the majority: the working class and poor citizens of the country. The government would thus revert back from oligarchy to democracy or the rule of the majority for the benefit of all.
The next president and his successors would be well advised to implement a radical shift placing the Commanding Heights of the economy back under State control. The neo-liberal experiment of deregulation has simply failed within the complexity of global economy. Even one of its celebrated architects, Alan Greenspan, now admits in front of Congress to a great “flaw” inherent to the ideological underpinnings of neo-liberalism.
The new political leadership should also take the necessary steps to revive the stoic values that are the foundation of the America’s Weberian success story: individual initiative, honest entrepreneurship, basic decencies, and a culture of saving and judicious re-investment into one’s community. Oclocaracia must be avoided at all costs. Great and powerful nations once affected by the oclocratic cancer produces divided societies that risk transforming into weak satellites of more powerful and organized nations. The painful experience of the former Soviet bloc nations forebodes a dark future for America if it does not heed the wisdom of history. And that, as they might start saying, is a pig who can no longer afford a new shade of lipstick.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Una película Intrigante: La Controversia del Código Da Vinci

Fernando Duque P. Ph. D.
Profesor Titular Ciencia Política
Universidad de los Lagos


La película titulada El Código Da Vinci ha desatado una gran controversia en países donde la religión cristiana es mayoritaria. Por un lado, una gran cantidad de católicos, ortodoxos y protestantes, se manifiestan sumamente ofendidos con la falta de respeto hacia Jesús y la fe que él encarna y representa. Por otro lado, sectores que defienden la libertad de conciencia y la objetividad científica se quejan de que jerarquías eclesiásticas conservadoras han iniciado una especie de nueva Inquisición. Estas enconadas acusaciones de uno y otro bando no hacen sino despertar la curiosidad y sorpresa de aquellos que no se abanderan en ninguno de estos bandos extremos. Naturalmente que a causa de toda esta conmoción, grandes muchedumbres se aglomeran para poder ver la película de marras. Este es otro caso que prueba que animosidades y discordia pública son en realidad la mejor propaganda.
Para comprender un poco mejor este fenómeno, es necesario hacerse algunas preguntas: ¿Por qué, aparentemente, hay un grado de nerviosismo en la jerarquía eclesiástica cristiana ante un película que se ha presentado como sólo una pieza de ficción?. ¿Por qué la inmensa mayoría de los líderes religiosos cristianos no han reaccionado con la misma fuerza con que previamente clérigos musulmanes reaccionaron ante ataques mucho más suaves a su fe y creencias más sagradas?. Estas son algunas preguntas que trataré de contestar en este pequeño artículo.
Historiadores, teólogos y otros académicos occidentales, especialistas en la Biblia, conocen muy bien los orígenes de éste, el más sagrado libro de la cristiandad. Se han escrito muchas tesis doctorales en filosofía, historia y ciencia política, donde se analiza y se admira la inmensa capacidad politológica de algunos emperadores romanos del siglo IV. Particularmente de Constantino el Grande. Los emperadores en una serie sucesiva de concilios y reuniones religioso-político de máxima importancia, lograron construir con éxito una ideología / religión sumamente poderosa. Una “Imago Mundi” unificada y coherente que llegó como un anillo divino al dedo imperial para defender los más profundos intereses del imperio. Junto a esta doctrina religiosa, se construyó una admirable institución, destinada a consolidar y expandir dicha doctrina. Y esta institución se ha mostrado como ejemplo, ya que se ha conformado en la madre de todas las instituciones al llevar ya más de 2000 años de existencia. En efecto, durante los Concilios de Nicea, Hippo y Cartago, se construyó y consolidó la Biblia actual. Las decisiones más importantes se tomaron en Nicea el año 325. Luego, el año 367, el obispo Atanasio de Alejandría recopiló una lista de obras que deberían incluirse en el Nuevo Testamento. Esta lista fue ratificada en el Concilio de Hippo en 393 y luego, en el Concilio de Cartago en el 397. En estos tres cruciales concilios se seleccionaron finalmente las obras que iban a componer el Nuevo testamento, tal como se conoce hoy día. Otras obras (varias decenas de evangelios y otros documentos del cristianismo primitivo), fueron rechazadas y desechadas por heréticas y finalmente quemadas. Al parecer, el criterio de selección o rechazo era si el documento era o no favorable a Roma y a los intereses del imperio. Todos aquellos documentos que condenaban a Roma por su conducta imperial y el tratamiento de los pueblos conquistados, fueron inexorablemente eliminados. A los cristianos seguidores de dichos evangelios heréticos se les persiguió y exterminó sin contemplaciones. Como resultado de este trabajo sistemizador y unificador, se conformó un cuerpo valórico sólido, coherente y sinérgicamente integrado. Esta doctrina unificada, más la poderosa institución eclesiástica, crearon una fuerza cultural enormemente potente que le permitió al imperio eliminar sus diferencias doctrinales y funcionar por 10 siglos más, hasta la caída de Constantinopla al fin de la edad media.
Es necesario enfatizar que todo este entramado valórico se basa en documentos del siglo IV de la era cristiana . En efecto, el Código Vaticano y el Código Sinaiticus fueron elaborados y terminados en dicho siglo. Ese fue el período de tiempo en que por primera vez la totalidad de la Biblia fue reunida en un solo volumen. Documentos originales y más antiguos que estos dos códigos han desaparecido por efecto del tiempo y también como resultado de las interminables luchas religiosas que se dieron entre diversos sectores cristianos primitivos y luego entre estos y las antiguas religiones paganas que los precedieron. Fueron precisamente estas luchas religiosas e ideológicas (Imago Mundi diferentes), que pusieron en peligro la estabilidad del sistema político imperial. Los dos códigos en referencia unificaron las creencias religiosas de una vez por todas y pusieron fin a un largo período de desestabilización política.
Es así como la piedra angular de la fe cristiana actual es sólo una copia de otras copias que se escribieron entre los siglos I y III. Es preciso recalcarlo una vez más: los Códigos Vaticano y Sinaiticus no son los documentos originales escritos por Marco, Mateo, Lucas y Juan. Son sólo copias de copias y éstas a su vez, copias de los documentos escritos poco después del paso de Jesús por Palestina y que se perdieron irremediablemente.
Por muchos siglo, la Biblia fue un documento infalible y respetado por todos. Pero a partir del siglo XV, la Biblia Católica, Apostólica y Romana empezó a ser severamente cuestionada por la ciencia y la filosofía moderna. El primero fue Copérnico (que fue censurado por sus ideas heréticas, como por ejemplo, argumentar que la tierra no era el centro del universo y además era redonda). Luego viene Bruno, que señaló que Dios estaba presente en la naturaleza, por lo tanto, en todas partes. Además señaló que el espacio era infinito. Por esta herejía, fue quemado en la Plaza de las Flores de Roma en 1600. Luego la crítica continúa con Galileo, Lutero y Calvino, para seguir son Darwin, Marx, Freud y Nietzsche. El proceso de cuestionamiento continúa durante el siglo XIX y la primera parte del siglo XX.
No obstante, un cuestionamiento radicalmente diferente se inició después de la Segunda Guerra Mundial. El análisis crítico de la Biblia aumentó enormemente con descubrimientos arqueológicos como los Rollos del Mar Muerto y la colección de Naj – Hammadi en Egipto en 1945. Como resultados de estos trascendentales descubrimientos, surgen a la luz pública evangelios heréticos y proscritos, tales como el Evangelio de la Verdad, el de los Egipcios, el de Tomás, el de Felipe, el de María Magdalena y muchos otros más. En dichos documentos, eliminados en el siglo IV por órdenes imperiales, se presenta una visión de Jesús y su doctrina radicalmente diferente a la propuesta por la Biblia. En estos manuscritos apócrifos es donde se argumenta que Jesús era en verdad un Mesías o Rey de los Judíos y que había adoptado una posición revolucionaria frente a Roma. Era además anticapitalista, proponía la eliminación de la propiedad privada y la esclavitud, defendía el comunismo primitivo de los Esenas y se había casado con María Magdalena. Se señalaba que Jesús era un individuo súper dotado, talvez el hombre más perfecto que el mundo haya conocido, pero que era hombre y no Dios.
Estos evangelios censurados y heréticos también son copias de copias, es decir, no son originales y los papiros que hoy existen son también del siglo IV. Estos documentos heréticos son los antecedentes arqueológicos que sirvieron de base al Código Da Vinci.
Podría argumentarse que hasta aquí, estas dos radicalmente diferentes interpretaciones de Jesús y de su doctrina, tienen desde el punto de vista histórico ( no desde el punto de vista de la fe), una validez historiográfica más o menos similar, ya que ambas se afirman en copias y ambas provienen del siglo IV.
En la historiografía (es decir, la historia construida en base a objetos, documentos y otros productos culturales científicamente validados), se identifican como aceptables, aquellos documentos originales y escritos en un tiempo lo más ceca posible al tiempo en que los fenómenos narrados ocurrieron. De esta manera se sostiene que, la llamada “Corrupción Legendaria”, no tiene tiempo suficiente para desarrollarse. Por lo general, esta Corrupción Legendaria ocurre cuando pasan más de dos generaciones entre la ocurrencia de los hechos y la preparación de documentos escritos que los narran y documentan. Bajo estos estándares, podría argumentarse que tanto la Biblia como los evangelios heréticos podrían estar contaminados por el desarrollo de leyendas. Por lo tanto, la verdad histórica sólo puede obtenerse y documentarse si se descubren documentos originales escritos en el idioma de Jesús, escritos en Palestina y elaborados para evangelizar a los habitantes del Medio Oriente.
Es probable que pronto se pueda resolver este enorme enigma. A fines del siglo XX se descubrieron miles de nuevos documentos. Los más importantes se descubrieron en 1976 en el Monasterio de Santa Catherine en el Monte Sinaí. Allí se descubrió una gran colección de manuscritos, los cuales son del siglo I y II. Se piensa que ellos tienen una enorme riqueza histórica (incluyendo páginas perdidas de otros textos). Desgraciadamente, los monjes guardianes de este material han permitido que este tesoro arqueológico sea sólo examinado por dos eruditos. Se alega además, que se ha denegado acceso a eruditos contrarios a la doctrina oficial.
A mí, personalmente, no me interesa el estado civil de Jesús o si fue sólo un hombre o es realmente Dios. De todos modos, cualquiera que sea el veredicto, yo seguiré creyendo en él, la virgen y los santos. La historia es una cosa y la fe es otra. No obstante, como cientista político, sí me interesa conocer en detalle su posición frente a la justicia, la ética, la esclavitud, el imperialismo romano, el capitalismo romano, la propiedad privada, la propiedad comunitaria y tantos otros temas relacionados con sus creencias y valores económicos, políticos y sociales. Desde mi punto de vista politológico, estas ideas sí que son de fundamental importancia para el futuro de la humanidad.

UN PROBABLE CAMBIO PARADIGMÁTICO EN LOS ESTADOS UNIDOS

F. Duque Ph.D.
Profesor Titular Ciencia Política
Universidad de Los Lagos
Septiembre 2008

Ahora, a finales de septiembre de 2008, el mundo ve con asombro el fin de una época histórica. Periodo que comenzó hace ya más de 230 años atrás. El gobierno de los ricos, por los ricos, y sólo para los ricos está llegando a su fin en los Estados Unidos de América.
En Wall Street, ya no queda ningún banco de inversión privada que controle las finanzas de los Estados Unidos. El control del crédito y las finanzas ha pasado, de un pequeño pero poderoso grupo de inversores privados, al congreso de los Estados Unidos. De los diputados y senadores depende ahora si la crisis financiera se transforma en una crisis económica de catastróficas consecuencias para USA y el mundo o si el sistema se estatiza suficientemente a tiempo para salvar la economía.
¿Cómo se ha caído en este abismo? Muchos observadores señalan que la elite plutocrática estadounidense a partir de 1970, injustamente, ha distribuido a su favor la riqueza y el ingreso nacional y al mismo tiempo, ha empobrecido a la inmensa mayoría de la población. Esta política regresiva y reaccionaria fue responsable en parte por la falta de demanda real que creo las crisis de estancamiento e inflación en los años 70´s y 80´s del siglo pasado. Para resolver este problema llamado debilidad estructural de la demanda, la elite plutocrática inventó con inteligencia maquiavélica el crédito masivo y fácil. Tarjetas de crédito para el consumo cotidiano y préstamos sin respaldos para gastos mayores como la adquisición de viviendas o automóviles.
Como era previsible, la burbuja de viviendas explotó en el 2007 y después de ello, se ha producido la miseria de millones de propietarios que han tenido que devolver sus casas a los bancos, estos a su vez, no han podido cubrir las enormes pérdidas y han quebrado unos tras otros como una fila de dominós colapsando. Para evitar que la crisis financiera se transforme en crisis económica, el Estado ha debido intervenir, tratando de crear mayor liquidez monetaria, a fin de evitar la paralización del crédito y del consumo. No obstante, los esfuerzos realizados a la fecha no han dado los resultados esperados. Cientos de miles de millones de dólares se han introducido en el mercado. Primero se entregó directamente dinero a las familias estadounidenses, las que han recibidos “regalos monetarios” de parte del Estado. Como esto no funcionó adecuadamente, el Estado ha abierto nuevas líneas de créditos para los bancos, ha ayudado a comprar bancos en quiebra y finalmente, ha optado por hacerse dueño directo de instituciones con problemas agudos. En otras palabras, se ha optado por una política estatista y de nacionalización de parte importante del sistema bancario.
Pero aún con toda esta gigantesca intervención estatal, los resultados no son los esperados y la economía estadounidense se encuentra paralizada y amenaza con empezar a retroceder para atrás aceleradamente. En agosto pasado, antes de los masivos despidos del sistema financiero, el desempleo ya estaba en 6.1 % o sea, casi al nivel sufrido durante la última recesión o también llamada “burbuja de las empresas electrónicas”. La reducción del ingreso de las grandes mayorías (ahora para tener un ingreso familiar con poder adquisitivo similar al de los años 60´s se necesitan que tanto el marido como la esposa trabajen), y la contracción del crédito popular en los últimos meses, ha producido una verdadera revolución pacífica en los Estados Unidos. A consecuencia de ella, es altamente probable que un ciudadano negro gane la presidencia del país. El estadounidense promedio es altamente pragmático y ante un colapso de su economía familiar, está dispuesto a olvidar su racismo ancestral. Obama es un genuino representante y que defiende los intereses de la clase media y proletariado estadounidense.
Su programa de gobierno incluye medidas para transformar la política y economía estadounidense de una plutocracia oligárquica a una verdadera democracia participativa. El candidato demócrata pretende bajar los impuestos de la clase media y proletaria y subir los impuestos de los ricos o sea, todos aquellos que ganen 250 mil dólares o más al año. Además, promete ahorrar los enormes recursos que se están gastando tanto en la producción de armamentos como en la guerra de Irak. También planea eliminar las grietas impositivas de los ricos, eliminar subsidios al empresariado y revisar la voluminosa ayuda externa a países tales como Egipto y Pakistán. Con los fondos que pretende sacar a los ricos y los ahorros presupuestarios, Obama pretende mejorar la salud, la educación y la vivienda del pueblo y, al mismo tiempo, iniciar un enorme programa de inversiones en infraestructura y en energía alternativas que reemplacen la gigantesca dependencia del petróleo extranjero.
La evolución histórica de la política estadounidense se puede analizar utilizando la teoría de la anaciclosis elaborada por Maquiavelo hace ya varios siglos atrás. Esta es una teoría que describe, explica y trata de predecir la marcha de la historia y por lo tanto, es una visión teleológica. Ella señala que por lo general, todas las sociedades humanas se mueven de formas de gobiernos tradicionales, a formas de gobiernos más participativos y democráticos. Es decir, del gobierno de uno, se pasa al gobierno de unos pocos y se termina con el gobierno de todos.
El proceso evolutivo se inicia con el gobierno del filósofo rey que gobierna para todos es decir, para el bien común. Esta es la forma llamada MONARQUÍA y es una forma benigna que sobrevive mientras las dinastías monárquicas mantienen niveles éticos adecuados. Cuando este gobierno benigno se corrompe, la sociedad cae en las garras del gobierno maligno de sólo uno. Este soberano gobierna en forma ilegal ya que lo hace sólo a favor de sí mismo o de su clase social, olvidándose del bien común. Así, el gobierno de uno se transforma en TIRANÍA, que sólo trae sufrimiento e injusticia a toda la sociedad. Cuando la tiranía llega a niveles extremos de corrupción, se produce una revolución y nace así el gobierno de unos pocos o sea, de los ricos, pero en beneficio de todas las clases sociales. Por lo tanto, este también es un gobierno benigno (al igual que la monarquía) y es gobierno de unos pocos pero inspirados por una gran ética y patriotismo; se le llama ARISTOCRACIA. En otras palabras, el gobierno de los mejores pero para el beneficio del bien común.
Cuando la aristocracia se corrompe, ya que los ricos comienzan a gobernar para beneficio propio y deciden explotar injustamente a la sociedad, nace el gobierno OLIGÁRQUICO también llamado “plutocracia maligna”. Después de décadas o siglos de sufrimiento, y ante esta injusticia extrema, el pueblo se revela y nace un gobierno benigno llamado DEMOCRACIA. Este es el gobierno de todos es decir, el gobierno de la mayoría (los pobres) pero que gobiernan en beneficio de todas las clases sociales esto es, para el bien común.
Cuando la democracia se corrompe y el pueblo empieza a abusar de la república y pierde sus virtudes éticas, nace la OCLOCRACIA. Este es un gobierno maligno de los pobres con los pobres y sólo para los pobres. La plebe corrupta arruina el erario nacional, cae en prácticas y costumbres hedonistas, deja de trabajar productivamente y despilfarra las riquezas nacionales. Como consecuencia de toda esta corrupción y decadencia, la oclocracia destruye el sistema político y la sociedad libre deja de existir y cae en una dependencia extrema. El Estado se transforma en un Estado Fallido, ya que éste, gracias a su debilidad, es fácilmente conquistado y colonizado por un país vecino mejor organizado. En este camino evolutivo de tipo pesimista (se avanza de los bueno a lo malo) la sociedad originalmente libre, termina por transformarse en una vulgar colonia dependiente de un Estado más poderoso y mejor organizado.
¿Es posible usar la teoría de la anaciclosis para tratar de entender la marcha teleológica de la sociedad estadounidense? En el caso de ese gran país la historia se inicia con la monarquía benigna de Isabel I que gobernó en el siglo XVI y a éste monarca se suceden una serie de monarcas benignos que gobiernan el país hasta bien entrado el siglo XVII. Sin embargo, las cosas cambiaron y para los estadounidenses la monarquía inglesa gradualmente se transformó en tiranía para mediados del siglo XVIII. Ella terminó con la revolución americana de 1976. Los Estados Unidos rompen con el imperio británico y crean una república aristocrática benigna. Esta forma de gobierno se extiende por el resto del siglo XVIII y casi todo el siglo XIX. No obstante, a fines del siglo XIX la aristocracia americana inició un acelerado proceso de corrupción valórica. Los descendientes de los pioneros aristocráticos de antaño, son ahora súper ricos y superpoderosos y con control absoluto sobre la sociedad. Y se produjo lo que se ha dicho tantas veces, el poder absoluto corrompe absolutamente. La clase gobernante perdió gran parte de su ética puritana anterior. El estoicismo calvinista fue reemplazado por el hedonismo consumista.
Este gigantesco cambio cultural se constituyó en la base ética y valórica que dio nacimiento a una gran cantidad de crisis financieras y crisis económicas. El deseo de lucro individual desenfrenado fue mucho más importante que el interés nacional y el interés público. Afortunadamente, a principios del siglo XX, esta crisis ética fue sustancialmente reducida por Teodoro Rossevelt y otros líderes del movimiento progresista. Este miembro de la elite aristocrática pudo, con éxito, revertir la corrupción y evitar el cambio de sistema político, logrando así la sobrevivencia de la aristocracia.
Pero el cáncer de la oligarquía era grave y el sistema político volvió a entrar en crisis a finales de los años 20´s con la llamada sociedad Gilded. Nuevamente, otro representante de la elite aristocrática logró salvar al país, y esta vez fue el presidente Franklin Delano Rossevelt (primo del anterior). Gracias al estado de bienestar creado por Rossevelt, el país se recuperó, y para fines de los años 30´s, la segunda guerra mundial terminó por curar los problemas y desajustes económicos que aún sobrevivían. Estados Unidos se transformó en el país más poderoso del planeta. Todo esto gracias a que la economía mixta del estado de bienestar funcionó bien; gracias a las intervenciones, regulaciones y controles impuestos en los años 30´s y 40s´, los años 50´s y 60´s fueron la época de oro del sueño americano.

No obstante para finales de años 70´s, la avaricia y el deseo de lucro desenfrenado empezó a levantar cabeza una vez más, y la elite plutocrática estadounidense inició un acelerado proceso de corrupción ética. A consecuencia de esto, la economía se desrreguló y privatizó a partir de los años 80´s y con todo ello, empezó el enriquecimiento acelerado de la elite. Simultáneamente empezó también el empobrecimiento relativo de la case media y del proletariado. El cáncer ético se incrementó exponencialmente en los años 90´s y así nació una nueva época Gilded que se consolidó durante los primeros siete años del siglo XXI.
Ahora estamos a las puertas de un cambio paradigmático. Es probable que la tercera corrupción de la elite oligárquica (la tercera es la vencida) no tenga solución. Después de gastar más de un trillón de dólares en resolver la actual crisis crediticia, es probable que todo este gasto no sea suficiente para evitar una gravísima depresión económica.
Gracias al salvataje estatal programado durante estos días, los bancos podrían empezar a tratar de prestar dinero y una vez más, incentivar artificialmente el consumo. Pero las medidas propuestas no incluyen una política más justa de distribución del ingreso, incluyendo salarios mejores que puedan crear una demanda verdadera y real. Es probable que después del pánico de estos días, el ciudadano promedio se resista a gastar y por lo tanto, se niegue a consumir como antes. Este miedo o fenómeno psicológico se transformaría así en el catalítico que iniciaría un punto de inflexión que dé inicio a una verdadera depresión económica.
Como resultado de todo esto es probable que el senador Obama gane las próximas elecciones, y el partido demócrata controle ambas cámaras del congreso. Una vez en el poder, los nuevos líderes darán inicio a un cambio paradigmático. Es decir, de un gobierno favorable a unos pocos ricos, a un gobierno favorable para la mayoría. El gobierno habrá así cambiado de oligarquía a democracia, es decir, el gobierno de la mayoría pero para beneficio de todos.
El futuro presidente y sus sucesores harían muy bien si simultáneamente, con los cambios radicales propuestos, se implementen las medidas necesarias para revivir viejos valores estoicos y puritanos y así evitar la oclocracia y luego, la fatal vuelta a la dependencia colonial.

LOS PUEBLOS TIENEN LOS GOBIERNOS QUE SE MERECEN

Fernando Duque Ph.D.
Profesor titular Ciencia Política
Universidad de los Lagos
Julio de 2006

En tiempos de crisis, los miembros de una organización tienen al menos dos opciones claramente diferenciadas, una racional y la otra irracional. Las organizaciones razonablemente sanas o sea, aquellas en que la mayoría de sus miembros tienen una cultura pro trabajo, son relativamente productivas y adoptan conductas éticas y orientadas al bien común; tienden a elegir y a seguir a aquel líder que se destaca por su demostrada bondad, inteligencia superior, fortaleza física y el atractivo irresistible de su personalidad. Los miembros de la organización no tienen miedo que dicho líder carismático o mesiánico ponga en peligro los intereses particularistas de cada individuo dentro del grupo. Se produce así un casamiento o congruencia positiva entre el líder y sus seguidores. Dado este peculiar y feliz fenómeno, por lo general la organización logra resolver sus problemas y salir de la grave crisis que ha amenazado su seguridad y sobrevivencia.

Por el contrario, en organizaciones enfermas y en franco proceso de decadencia institucional, el fenómeno es totalmente distinto. Organizaciones decadentes son aquellas que sufren graves síntomas de lo que Víctor Thompson llamó “BUROPATOLOGÍAS”. Uno de los aspectos más importantes de este fenómeno, radica en que la mayoría de los miembros de la organización, sufren el llamado “síndrome de corrupción burocrática” esto quiere decir, que la mayoría de sus miembros tienen una cultura hedonista, lúdica o epicúrea y por lo tanto son improductivos y adoptan conductas relativamente corruptas y orientadas a defender sus privilegios particularistas. Estos tipos de individuos, en tiempos de crisis tienden a elegir, como autoridad a individuos mediocres y burocráticos. En otras palabras a directivos que no representan un peligro evidente para sus intereses individualistas egoístas y espurios. En otras palabras, no se elige al mejor. Por el contrario se elige aquel burócrata que da expresas garantías y que promete no tocar los privilegios previamente logrados dentro de la organización. Con un liderazgo de este tipo, la organización no es capaz de corregir su rumbo y termina por dirigirse derecho al precipicio. De este modo, cada uno de los miembros de la organización en decadencia, saltan como borregos uno detrás del otro hacia el despeñadero.

La literatura organizacional ilustra el fenómeno previamente descrito, con una amplia colección de casos emblemáticos.

Por ejemplo un pueblo en crisis, pero relativamente sano, tal como lo fue los Estados Unidos en el siglo pasado, elige a Teodoro Roosevelt al principio del siglo 20, sigue con Wilson antes de la primera guerra mundial y termina con Franklin D. Roosevelt después de la gran crisis del año 29. Por el contrario, el mismo pueblo, pero esta vez en franco proceso de decadencia política elige a George W. Bush a fines del siglo 20. En Europa, las elecciones de Churchill y de Charles de Gaulle, también se dan como ejemplos de pueblos sanos pero en crisis que supieron elegir al líder indicado cuando este era más necesitado.

En nuestro país por desgracia, la combinación o casamiento benigno entre pueblo relativamente sano y líderes de verdad, se dio una sola vez en su historia y este fue el caso extraordinario de la república portaliana entre 1830 y 1860. Posteriormente, sólo los valientes pero trágicos intentos de Balmaceda, Aguirre Cerda y Allende se destacan dentro de un uniforme océano de mediocridad y decadencia política.

Ahora en el 2006, el sistema político chileno ha entrado en un agudo proceso de incongruencia politológica. La inmensa mayoría de la población, gradualmente se está dando cuenta que su carácter nacional y su cultura política es profundamente antiliberal. Por el contrario, es ya evidente lo que se ha descubierto por numerosos estudios académicos, que el chileno promedio es autoritario, machista, colectivista y profundamente estatista. La inmensa mayoría está demandando la intervención directa del Estado en la solución de los gravísimos problemas nacionales de salud, educación, vivienda, empleo, transporte, infraestructura, energía, seguridad ciudadana, seguridad social, justicia, finanzas, protección del medio ambiente y tantos otros servicios públicos que ahora están directa o indirectamente en manos del sector privado.

En junio del 2006, los gobernados en Chile despertaron de una larga pesadilla que ya lleva más de 30 años. Los pingüinos dieron el grito de alarma y pronto otros sectores de la inmensa población postergada han empezado a movilizarse. Ya no tienen miedo y piensan por si mismos. Más aún, los gobernados más pobres le han perdido el respeto a las autoridades. Hace un par de días le dijeron a la presidenta que se esfumara. Los gobernantes enquistados, tanto en el aparato estatal como en la oposición, siguen tozuda y torpemente amarrados al modelo neoliberal que ya hace agua por todos lados. Los cambios de ministros no resolverán absolutamente nada. La olla ya se destapó y sólo un nuevo tirano puede taparla.

La gigantesca brecha entre el espíritu, alma o carácter nacional y el modelo imperante (incongruencia politológica discutida extensivamente por Aristóteles, Polibio, Maquiavelo, Montesquieu, Hegel y en la actualidad Harry Eckstein, Samuel P. Huntington, Gabriel Almond y tantos otros), está produciendo un clima altamente conflictivo que sólo puede terminar en un abismo difícil de calcular. La población empieza a comprender que el modelo neo liberal, excelente para países con cultura económica calvinista y cultura política liberal; en Chile se torna cada vez más nocivo. No hay ninguna demanda social que pueda ser adecuadamente satisfecha tal como sí lo es en países anglosajones y de Europa del norte. En otras palabras, no hay servicio (público o privado) que cuente con la aprobación y satisfacción de las grandes mayorías. En verdad aquí en Chile, nada funciona como debiera funcionar de acuerdo al modelo.

La única solución es reemplazar el modelo actual con un modelo congruente con el alma o espíritu nacional. Ya se empieza a comprender que para los pobres extremos y la clase media baja (80% de la población) los únicos modelos que han dado un nivel de vida aceptable han sido la época portaliana, entre 1830 y 1891 y posteriormente, la época del Estado de bienestar 1920 – 1973. En estos dos periodos, los servicios básicos y esenciales para la población fueron directamente administrados por el Estado. También se ha comprendido que los peores períodos para la inmensa mayoría de los chilenos han sido los modelos liberales impuestos arbitrariamente y traicioneramente entre 1891 y 1919; y luego, entre 1973 y nuestros días. Sin capacidad empresarial nacional y sin una cultura política liberal, el liberalismo en Chile ha sido un rotundo fracaso.

Hoy día, un modelo que enriquece escandalosamente a una ínfima e insignificante minoría de la población, pero empobrece a más de 15 millones no sólo es injusto e inmoral, sino que además no es sustentable a menos que se imponga nuevamente por una brutal tiranía derechista.

Educación Chilena en Crisis: Un Par de Causas Importantes del Fracaso

Fernando Duque Ph. D
Profesor Titular Universidad de los Lagos
Puerto Montt, Junio de 2006

Ya nadie, con un mínimo de objetividad, duda que la educación chilena es de mala calidad.
¿Cómo explicar este fenómeno?. Entre las muchas causas, hay tres factores que son antecedentes de esta lamentable situación. Estas son, primero, la calidad del empresariado educacional, segundo, la calidad de la administración pública encargada de regularlos y tercero, una mentalidad dependiente.
Primero, la mayoría de los empresarios educacionales o también llamados sostenedores, tienen características éticas similares a los hombres de negocios de la época premoderna y subdesarrollada. Esto quiere decir, que su sistema motivacional está influenciado por el deseo de tener las máximas ganancias posibles (espíritu de lucro) y luego, disfrutar de dichas riquezas. El lujo, la ostentación y el consumo superfluo son poderosos indicadores de estatus social y ésta es la motivación principal del empresariado nacional.
El prototipo ideal del empresariado moderno, occidental y desarrollado, está representado por el modelo de los hombres de negocios calvinistas. Este empresario, debido a sus creencias religiosas, no puede disfrutar de los resultados de su trabajo. No puede gastar dinero en sí mismo, y esto debido a poderosos escrúpulos contrarios a la autoindulgencia, la vanidad y el consumo superfluo. Por lo tanto, este empresario moderno trabajólico, reinvierte un altísimo porcentaje de sus utilidades en su empresa y esta es la razón por la cual rápidamente prospera y se hace rico. No obstante esta riqueza, el empresario calvinista debe vivir modestamente y antes de morir debe asegurarse que su fortuna vuelva a la sociedad a través de planes y programas filantrópicos. Este empresario prototipo tiene un profundo temor a Dios y cree firmemente en aquel principio que señala, que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico entre en el reino de los cielos.
En conclusión, el empresario calvinista, de sus esfuerzos no obtiene nada para sí mismo, excepto una satisfacción un tanto irracional de haber hecho su trabajo de la mejor forma posible. Es decir, la satisfacción que producen los logros alcanzados en forma ética y eficiente. Naturalmente, este empresario tiene tendencia a pagar buenos salarios a su personal, conseguir altos niveles de productividad y obtener altos niveles de calidad en los productos y servicios que su empresa entrega a la sociedad. El ver crecer y desarrollarse a este “hijo” predilecto - su empresa - es lo que hace al empresario feliz (extraído de Max Weber, “La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo”, traducido por T. Parson, Nueva York, Escribner, 1930, pág. 71 – 336, 339).
El segundo factor en la tragedia educacional chilena es la pésima calidad de la administración pública chilena, particularmente, la administración municipal. Se requiere un Estado regulador de altísima competencia capaz de detectar y rápidamente controlar las naturales distorsiones del mercado. Estas distorsiones se producen por la conducta de empresarios que se desvían del modelo calvinista y caen en conductas premodernas. El Estado introduce así, efectivamente, los cambios y correcciones necesarios, particularmente a través de una enorme cantidad de incentivos, subsidios y ventajas tributarias. Con calidad ética y funcionarial, el Estado regulador fija los parámetros o marcos de referencia de la educación pública y privada y luego vigila severamente que dichos estándares se cumplan a cabalidad. Entrega subsidios a los ciudadanos para que ellos elijan la mejor educación y con ellos premian a aquellos empresarios que dan un mejor servicio dentro de un sistema de sana competencia. Por supuesto, también castigan y eliminan a aquellas organizaciones públicas y privadas que no cumplen con dichos estándares. Este es el modelo que se ha implementado con éxito en algunos Estados de la costa nororiental de los Estados Unidos.
En Chile, el proceso regulador se ha entregado principalmente a las municipalidades. Las municipalidades ricas en recursos, pueden de alguna manera cumplir en un mínimo grado con estas actividades regulatorias, por tanto, sus instituciones educacionales funcionan un poco mejor que el resto. Pero las municipalidades pobres (la inmensa mayoría), no son capaces de cumplir con su función regulatoria. Es necesario agregar que las municipalidades también administran directamente escuelas primarias y secundarias y naturalmente, la gestión de dichas escuelas, en su inmensa mayoría, es verdaderamente patética. Funcionarios, mal pagados y relativamente corruptos, invariablemente caen en una posición complaciente frente a evidentes violaciones a los estándares acordados. Por su parte, el Ministerio de Educación tampoco cumple adecuadamente con su actividad regulatoria y sólo se limita a aumentar el gasto en educación. Estos han crecido al menos cuatro veces desde 1990. Pero los resultados en vez de mejorar, van empeorando.
El tercer factor importante ha sido una persistente dependencia ideológica de modelos educacionales extranjeros, totalmente incongruentes con la realidad nacional. Desgraciadamente, este no es un fenómeno nuevo. Ya a principios del siglo XX, Encina se quejaba amargamente de la educación afrancesada que había terminado por corromper el alma nacional. Señalaba que esta educación elitista, importada por los liberales a partir de la segunda mitad del siglo XIX, era una verdadera catástrofe nacional. Una pobre, ridícula y mal hecha imitación de la educación para la aristocracia europea y que había terminado por destruir la ética de trabajo de los chilenos. La educación importada por los liberales, era sólo buena para producir poetas, pintores, escultores, teólogos, literatos, filósofos, abogados y médicos. Pero pésima para crear y fortalecer la fuerza de trabajo, tales como buenos mineros, artesanos, agricultores, comerciantes, banqueros, y sobre todo eficientes capitanes de empresas industriales. Encina concluía señalando que este tipo de educación libresca y sin valores pro trabajo productivo, estaba arruinando a Chile y por este error, las generaciones futuras tendrían que pagarlo muy caro. Terminaba con su famosa frase: “La mona aunque vestida de seda, mona se queda”. Por supuesto que un error trágico y similar cometieron los liberales de fines del siglo XX. Se copió el modelo norteamericano de la llamada Privatización e “Reinvención del Gobierno”. Se pensó que los empresarios chilenos eran igualmente eficientes, innovativos y audaces como los estadounidenses. También se pensó que las municipalidades eran parecidas a los gobiernos locales de la Nueva Inglaterra. Los resultados de este mayúsculo error ideológico están a la vista y ahora todos los pueden palpar.
Con capitalistas premodernos, con burócratas incompetentes y con mentalidad ideológicamente dependiente, es un verdadero milagro que el sistema educacional, implantado por la dictadura, haya durado 30 años sin una crisis terminal. Obviamente, que las manifestaciones de estos últimos días señalan el comienzo del fin de este sistema.

Chile 2010: dos posibles escenarios

Por: Fernando Duque Ph.D.
Profesor titular
Ciencias Políticas, Universidad de Los Lagos
Campus Chinquihue, Puerto Montt
Mayo, 2006

Son las fiestas patrias del año 2010, y hay enorme alegría y satisfacción por parte de la ciudadanía. Chile ha salido por fin del subdesarrollo y avanza decididamente hacia el progreso y un futuro aún mejor. Todo empieza a verse color de rosa. El país tiene una pujante economía con un desarrollo similar al que tiene Grecia y Portugal. En otras palabras un ingreso per cápita de casi 9.000 dólares reales (ó 15.000 dólares corregidos por poder de compra). En términos cualitativos, la calidad de vida ha mejorado sustancialmente.

Los índices de criminalidad han disminuido drástica y significativamente. Por su parte, casi no hay desempleo y la calidad de la educación, salud, justicia, vivienda, seguridad social y seguridad ciudadana han también mejorado significativamente. Prácticamente se está a niveles de país moderno y desarrollado. Chile por fin ya no es pobre.

Este es el escenario rosado con el que los neoliberales siempre han soñado. Lo vaticinaron los “Chicago boys” en 1976 cuando con la ayuda de Friedman señalaban que Chile en 30 años alcanzaría el nivel de sociedad y economía desarrollada. Lo vaticinó también Ricardo Lagos cuando indicó en 1999, que Chile estaría en esta situación privilegiada para el 2010. Ahora, en abril de 2006, Sebastián Piñera indica que si Chile hace las cosas bien y crece con las tasas de crecimiento que se tenían entre 1986 y 1997, se obtendría el ansiado desarrollo para el bicentenario. No obstante, todas estas cuentas alegres y futuristas, hay otro escenario terrible y diametralmente opuesto.

Son las mismas fiestas patrias en 2010, pero ellas se han suspendido bajo el estado de sitio. Los disturbios populares sumamente frecuentes en el 2009, se han transformado en pandemia virulenta, desde comienzos de año.

La cesantía está en casi un 30% y esto principalmente porque el mundo dejó de comprar los productos de exportación chilenos. Una gigantesca depresión económica afecta al mundo. Muy parecida a la recesión de la primera década del siglo 20 y que luego se repitió en 1918, para terminar con el colapso de la primera globalización en la gran depresión de 1929. Tal como en las catástrofes económicas de la primera mitad del siglo 20, Chile ahora nuevamente era el país más afectado por el desastre económico global. Cientos de miles de personas emigraban de las zonas rurales a las grandes ciudades, haciendo colapsar todos los servicios públicos. Colas interminables de miserables ciudadanos esperaban un plato de sopa caliente en los albergues que se creaban por todas partes, en un intento por palear la catastrófica crisis. No obstante, los estallidos de violencia emocional habían aumentado peligrosamente y se hizo necesaria la instauración del estado de sitio. El futuro se veía negro como la boca de un lobo estepario.

¿Cual de estos dos escenarios es el que tiene mayores probabilidades de ocurrir? ¿El rosado o el negro?

Personalmente creo que el escenario rosado no se realizará y esto por las siguientes razones: Chile es un país extremadamente dependiente y esto es así desde 1891. Primero la dependencia fue con respecto al imperio británico y ahora con respecto a los Estados Unidos.

El tiempo perdido del que habla Piñera no se puede recuperar y esto porque los períodos de crecimiento que tuvo Chile desde 1973 a la fecha, se debieron a factores externos o también relacionados con lo que se llama dependencia positiva.

La gran crisis 1973 – 1976, la pudo salvar Estados Unidos con una avalancha de créditos blandos y donaciones que el gobierno norteamericano le hizo a la dictadura. Esto, más la capacidad asesora y empresarial de los Estados Unidos, fueron factores determinantes en la recuperación de 1977 – 81. Factor, no menos significativo en esta recuperación, fue el terror laboral que aumentó drásticamente la productividad de empleados y obreros.

La segunda gran crisis de 1982 – 1984, la resolvió Estados Unidos con una avalancha de inversiones privadas hechas por las multinacionales estadounidenses. Esta vez el diluvio de capitales fue acompañado por una enorme inyección de capacidad empresarial y tecnología de punta que estas corporaciones trajeron a Chile. Posteriormente, el “milagro chileno” de 1986 a 1997 se produjo en gran medida por estos importantísimos factores externos (dependencia positiva) y también por la terrible represión laboral que se institucionalizó durante todo este período.

Pero ahora a comienzos del 2006, la gran potencia del norte está ocupada y mortificada por sus guerras en el oriente medio y en Asia y no tendrá ni el tiempo ni los recursos para salvar a su sobrino favorito en América Latina. A partir de 1998, las inversiones estadounidenses en Chile se han reducido significativamente. Simultáneamente, la salida de recursos chilenos hacia los centros metropolitanos (ganancias, intereses del capital, fletes, seguros y otros) ha aumentado exponencialmente. Sólo las ganancias de las multinacionales productoras de cobre fueron más de 10.000 millones de dólares en 2005. Riqueza que, naturalmente, dejó Chile y fue a enriquecer a la metrópolis.

Por otro lado, el presidente Lagos, levantó la tapa de la represión laboral en el año 2000. En gran medida esta sustancial reducción del miedo fue lo que lo hizo tan popular a fines de su mandato. Efecto indirecto pero no deseado, de esta nueva política laboral ha sido, que la productividad de la fuerza laboral chilena se estancó y ha sufrido una significativa disminución. La reducción de capitales, tecnología, capacidad empresarial sumado a la baja de productividad del factor trabajo, son las causas principales por las que el crecimiento promedio del 8% entre 1986 y 1987, bajó al 4% durante el gobierno de Lagos. Esta desaceleración de la economía habría sido mayor si no hubieran existido los enormes aumentos en el precio del cobre a partir del 2004.

Ahora con la señora Bachelet en la Moneda, es altamente improbable que el coloso del norte decida inundar nuevamente a Chile con sus inversiones, tal como lo hizo durante el famoso “milagro”. También es altamente improbable que ella trate de aumentar la productividad laboral del factor trabajo con la política laboral de la dictadura. La consecuencia de todo esto, será que la tasa de crecimiento (tan pronto como se acabe la bonanza del cobre) seguirá decreciendo y adoptará las tasas históricas que tuvo Chile durante todo el siglo 20, es decir un 1% de crecimiento anual per cápita. Por lo tanto Chile no será un país desarrollado en el año 2010, y el escenario rosado tiene muy pocas probabilidades de realizarse.

Finalmente, es necesario explorar las posibilidades del escenario negro ¿Qué probabilidades reales existen de que se produzca una recesión económica global?

Si el precio del petróleo se mantiene, por un año o más por sobre los 70 dólares el barril (o peor aún si sube a 100 dólares o más), las posibilidades de una severa recesión serían altísimas.

En los últimos 70 años, cada vez que el petróleo alcanzó precios como los que existen hoy en día, invariablemente esto produce el inicio del ciclo económico negativo. El petróleo afecta a todas las actividades humanas, por lo tanto sus altísimos precios tienden a encarecer los costos de producción de todos los bienes y servicios. Esto invariablemente se transforma en inflación galopante que necesariamente debe ser controlada con una drástica subida de las tasas de interés de parte de los bancos centrales del mundo. La simultánea subida de estas tasas de interés a nivel global, encarecerá enormemente el crédito y esto desacelerará la economía planetaria. Todos tratarán de protegerse con medidas proteccionistas y así el mundo entrará en recesión.

Con toda recesión, lo primero que se viene al suelo, son los precios de las materias primas (comodities), y así es probable que el cobre se cotice (si es que se cotiza) a pocos centavos de dólar la libra. Lo mismo sucederá con la fruta, otros productos agrícolas, la madera, productos marinos, y el resto de exportaciones no industriales y de poco valor agregado. Las exportaciones industriales podrán sobrevivir por algunos meses, mas debido a las medidas proteccionistas aplicadas por todos, estas actividades también eventualmente declinarán.

Algo parecido sucedió después de 1929 y es altamente probable que suceda de nuevo. En conclusión las probabilidades que ocurra el escenario negro son altas, y ello obligaría a cualquier país razonable a tomar medidas preventivas. Una de ellas sería crear a la brevedad posible, un amplio sistema de empresas estatales (bajas en tecnología pero altas en la ocupación de mano de obra) y que estas se dediquen a producir los bienes y servicios que el consumo interno demanda. Ojala que el escenario negro nunca ocurra, pero si por desgracia, la economía mundial se paraliza, Chile estaría mucho mejor preparado que en 1929. Así el enorme sufrimiento de esos terribles años, no volvería a repetirse.

miércoles, 1 de octubre de 2008

UN PROBABLE CAMBIO PARADIGMÁTICO EN LOS ESTADOS UNIDOS

F. Duque Ph.D.
Profesor Titular Ciencia Política
Universidad de Los Lagos
Septiembre 2008

Ahora, a finales de septiembre de 2008, el mundo ve con asombro el fin de una época histórica. Periodo que comenzó hace ya más de 230 años atrás. El gobierno de los ricos, por los ricos, y sólo para los ricos está llegando a su fin en los Estados Unidos de América.
En Wall Street, ya no queda ningún banco de inversión privada que controle las finanzas de los Estados Unidos. El control del crédito y las finanzas ha pasado, de un pequeño pero poderoso grupo de inversores privados, al congreso de los Estados Unidos. De los diputados y senadores depende ahora si la crisis financiera se transforma en una crisis económica de catastróficas consecuencias para USA y el mundo o si el sistema se estatiza suficientemente a tiempo para salvar la economía.
¿Cómo se ha caído en este abismo? Muchos observadores señalan que la elite plutocrática estadounidense a partir de 1970, injustamente, ha distribuido a su favor la riqueza y el ingreso nacional y al mismo tiempo, ha empobrecido a la inmensa mayoría de la población. Esta política regresiva y reaccionaria fue responsable en parte por la falta de demanda real que creo las crisis de estancamiento e inflación en los años 70´s y 80´s del siglo pasado. Para resolver este problema llamado debilidad estructural de la demanda, la elite plutocrática inventó con inteligencia maquiavélica el crédito masivo y fácil. Tarjetas de crédito para el consumo cotidiano y préstamos sin respaldos para gastos mayores como la adquisición de viviendas o automóviles.
Como era previsible, la burbuja de viviendas explotó en el 2007 y después de ello, se ha producido la miseria de millones de propietarios que han tenido que devolver sus casas a los bancos, estos a su vez, no han podido cubrir las enormes pérdidas y han quebrado unos tras otros como una fila de dominós colapsando. Para evitar que la crisis financiera se transforme en crisis económica, el Estado ha debido intervenir, tratando de crear mayor liquidez monetaria, a fin de evitar la paralización del crédito y del consumo. No obstante, los esfuerzos realizados a la fecha no han dado los resultados esperados. Cientos de miles de millones de dólares se han introducido en el mercado. Primero se entregó directamente dinero a las familias estadounidenses, las que han recibidos “regalos monetarios” de parte del Estado. Como esto no funcionó adecuadamente, el Estado ha abierto nuevas líneas de créditos para los bancos, ha ayudado a comprar bancos en quiebra y finalmente, ha optado por hacerse dueño directo de instituciones con problemas agudos. En otras palabras, se ha optado por una política estatista y de nacionalización de parte importante del sistema bancario.
Pero aún con toda esta gigantesca intervención estatal, los resultados no son los esperados y la economía estadounidense se encuentra paralizada y amenaza con empezar a retroceder para atrás aceleradamente. En agosto pasado, antes de los masivos despidos del sistema financiero, el desempleo ya estaba en 6.1 % o sea, casi al nivel sufrido durante la última recesión o también llamada “burbuja de las empresas electrónicas”. La reducción del ingreso de las grandes mayorías (ahora para tener un ingreso familiar con poder adquisitivo similar al de los años 60´s se necesitan que tanto el marido como la esposa trabajen), y la contracción del crédito popular en los últimos meses, ha producido una verdadera revolución pacífica en los Estados Unidos. A consecuencia de ella, es altamente probable que un ciudadano negro gane la presidencia del país. El estadounidense promedio es altamente pragmático y ante un colapso de su economía familiar, está dispuesto a olvidar su racismo ancestral. Obama es un genuino representante y que defiende los intereses de la clase media y proletariado estadounidense.
Su programa de gobierno incluye medidas para transformar la política y economía estadounidense de una plutocracia oligárquica a una verdadera democracia participativa. El candidato demócrata pretende bajar los impuestos de la clase media y proletaria y subir los impuestos de los ricos o sea, todos aquellos que ganen 250 mil dólares o más al año. Además, promete ahorrar los enormes recursos que se están gastando tanto en la producción de armamentos como en la guerra de Irak. También planea eliminar las grietas impositivas de los ricos, eliminar subsidios al empresariado y revisar la voluminosa ayuda externa a países tales como Egipto y Pakistán. Con los fondos que pretende sacar a los ricos y los ahorros presupuestarios, Obama pretende mejorar la salud, la educación y la vivienda del pueblo y, al mismo tiempo, iniciar un enorme programa de inversiones en infraestructura y en energía alternativas que reemplacen la gigantesca dependencia del petróleo extranjero.
La evolución histórica de la política estadounidense se puede analizar utilizando la teoría de la anaciclosis elaborada por Maquiavelo hace ya varios siglos atrás. Esta es una teoría que describe, explica y trata de predecir la marcha de la historia y por lo tanto, es una visión teleológica. Ella señala que por lo general, todas las sociedades humanas se mueven de formas de gobiernos tradicionales, a formas de gobiernos más participativos y democráticos. Es decir, del gobierno de uno, se pasa al gobierno de unos pocos y se termina con el gobierno de todos.
El proceso evolutivo se inicia con el gobierno del filósofo rey que gobierna para todos es decir, para el bien común. Esta es la forma llamada MONARQUÍA y es una forma benigna que sobrevive mientras las dinastías monárquicas mantienen niveles éticos adecuados. Cuando este gobierno benigno se corrompe, la sociedad cae en las garras del gobierno maligno de sólo uno. Este soberano gobierna en forma ilegal ya que lo hace sólo a favor de sí mismo o de su clase social, olvidándose del bien común. Así, el gobierno de uno se transforma en TIRANÍA, que sólo trae sufrimiento e injusticia a toda la sociedad. Cuando la tiranía llega a niveles extremos de corrupción, se produce una revolución y nace así el gobierno de unos pocos o sea, de los ricos, pero en beneficio de todas las clases sociales. Por lo tanto, este también es un gobierno benigno (al igual que la monarquía) y es gobierno de unos pocos pero inspirados por una gran ética y patriotismo; se le llama ARISTOCRACIA. En otras palabras, el gobierno de los mejores pero para el beneficio del bien común.
Cuando la aristocracia se corrompe, ya que los ricos comienzan a gobernar para beneficio propio y deciden explotar injustamente a la sociedad, nace el gobierno OLIGÁRQUICO también llamado “plutocracia maligna”. Después de décadas o siglos de sufrimiento, y ante esta injusticia extrema, el pueblo se revela y nace un gobierno benigno llamado DEMOCRACIA. Este es el gobierno de todos es decir, el gobierno de la mayoría (los pobres) pero que gobiernan en beneficio de todas las clases sociales esto es, para el bien común.
Cuando la democracia se corrompe y el pueblo empieza a abusar de la república y pierde sus virtudes éticas, nace la OCLOCRACIA. Este es un gobierno maligno de los pobres con los pobres y sólo para los pobres. La plebe corrupta arruina el erario nacional, cae en prácticas y costumbres hedonistas, deja de trabajar productivamente y despilfarra las riquezas nacionales. Como consecuencia de toda esta corrupción y decadencia, la oclocracia destruye el sistema político y la sociedad libre deja de existir y cae en una dependencia extrema. El Estado se transforma en un Estado Fallido, ya que éste, gracias a su debilidad, es fácilmente conquistado y colonizado por un país vecino mejor organizado. En este camino evolutivo de tipo pesimista (se avanza de los bueno a lo malo) la sociedad originalmente libre, termina por transformarse en una vulgar colonia dependiente de un Estado más poderoso y mejor organizado.
¿Es posible usar la teoría de la anaciclosis para tratar de entender la marcha teleológica de la sociedad estadounidense? En el caso de ese gran país la historia se inicia con la monarquía benigna de Isabel I que gobernó en el siglo XVI y a éste monarca se suceden una serie de monarcas benignos que gobiernan el país hasta bien entrado el siglo XVII. Sin embargo, las cosas cambiaron y para los estadounidenses la monarquía inglesa gradualmente se transformó en tiranía para mediados del siglo XVIII. Ella terminó con la revolución americana de 1976. Los Estados Unidos rompen con el imperio británico y crean una república aristocrática benigna. Esta forma de gobierno se extiende por el resto del siglo XVIII y casi todo el siglo XIX. No obstante, a fines del siglo XIX la aristocracia americana inició un acelerado proceso de corrupción valórica. Los descendientes de los pioneros aristocráticos de antaño, son ahora súper ricos y superpoderosos y con control absoluto sobre la sociedad. Y se produjo lo que se ha dicho tantas veces, el poder absoluto corrompe absolutamente. La clase gobernante perdió gran parte de su ética puritana anterior. El estoicismo calvinista fue reemplazado por el hedonismo consumista.
Este gigantesco cambio cultural se constituyó en la base ética y valórica que dio nacimiento a una gran cantidad de crisis financieras y crisis económicas. El deseo de lucro individual desenfrenado fue mucho más importante que el interés nacional y el interés público. Afortunadamente, a principios del siglo XX, esta crisis ética fue sustancialmente reducida por Teodoro Rossevelt y otros líderes del movimiento progresista. Este miembro de la elite aristocrática pudo, con éxito, revertir la corrupción y evitar el cambio de sistema político, logrando así la sobrevivencia de la aristocracia.
Pero el cáncer de la oligarquía era grave y el sistema político volvió a entrar en crisis a finales de los años 20´s con la llamada sociedad Gilded. Nuevamente, otro representante de la elite aristocrática logró salvar al país, y esta vez fue el presidente Franklin Delano Rossevelt (primo del anterior). Gracias al estado de bienestar creado por Rossevelt, el país se recuperó, y para fines de los años 30´s, la segunda guerra mundial terminó por curar los problemas y desajustes económicos que aún sobrevivían. Estados Unidos se transformó en el país más poderoso del planeta. Todo esto gracias a que la economía mixta del estado de bienestar funcionó bien; gracias a las intervenciones, regulaciones y controles impuestos en los años 30´s y 40s´, los años 50´s y 60´s fueron la época de oro del sueño americano.

No obstante para finales de años 70´s, la avaricia y el deseo de lucro desenfrenado empezó a levantar cabeza una vez más, y la elite plutocrática estadounidense inició un acelerado proceso de corrupción ética. A consecuencia de esto, la economía se desrreguló y privatizó a partir de los años 80´s y con todo ello, empezó el enriquecimiento acelerado de la elite. Simultáneamente empezó también el empobrecimiento relativo de la case media y del proletariado. El cáncer ético se incrementó exponencialmente en los años 90´s y así nació una nueva época Gilded que se consolidó durante los primeros siete años del siglo XXI.
Ahora estamos a las puertas de un cambio paradigmático. Es probable que la tercera corrupción de la elite oligárquica (la tercera es la vencida) no tenga solución. Después de gastar más de un trillón de dólares en resolver la actual crisis crediticia, es probable que todo este gasto no sea suficiente para evitar una gravísima depresión económica.
Gracias al salvataje estatal programado durante estos días, los bancos podrían empezar a tratar de prestar dinero y una vez más, incentivar artificialmente el consumo. Pero las medidas propuestas no incluyen una política más justa de distribución del ingreso, incluyendo salarios mejores que puedan crear una demanda verdadera y real. Es probable que después del pánico de estos días, el ciudadano promedio se resista a gastar y por lo tanto, se niegue a consumir como antes. Este miedo o fenómeno psicológico se transformaría así en el catalítico que iniciaría un punto de inflexión que dé inicio a una verdadera depresión económica.
Como resultado de todo esto es probable que el senador Obama gane las próximas elecciones, y el partido demócrata controle ambas cámaras del congreso. Una vez en el poder, los nuevos líderes darán inicio a un cambio paradigmático. Es decir, de un gobierno favorable a unos pocos ricos, a un gobierno favorable para la mayoría. El gobierno habrá así cambiado de oligarquía a democracia, es decir, el gobierno de la mayoría pero para beneficio de todos.
El futuro presidente y sus sucesores harían muy bien si simultáneamente, con los cambios radicales propuestos, se implementen las medidas necesarias para revivir viejos valores estoicos y puritanos y así evitar la oclocracia y luego, la fatal vuelta a la dependencia colonial.