miércoles, 8 de octubre de 2008

Educación Chilena en Crisis: Un Par de Causas Importantes del Fracaso

Fernando Duque Ph. D
Profesor Titular Universidad de los Lagos
Puerto Montt, Junio de 2006

Ya nadie, con un mínimo de objetividad, duda que la educación chilena es de mala calidad.
¿Cómo explicar este fenómeno?. Entre las muchas causas, hay tres factores que son antecedentes de esta lamentable situación. Estas son, primero, la calidad del empresariado educacional, segundo, la calidad de la administración pública encargada de regularlos y tercero, una mentalidad dependiente.
Primero, la mayoría de los empresarios educacionales o también llamados sostenedores, tienen características éticas similares a los hombres de negocios de la época premoderna y subdesarrollada. Esto quiere decir, que su sistema motivacional está influenciado por el deseo de tener las máximas ganancias posibles (espíritu de lucro) y luego, disfrutar de dichas riquezas. El lujo, la ostentación y el consumo superfluo son poderosos indicadores de estatus social y ésta es la motivación principal del empresariado nacional.
El prototipo ideal del empresariado moderno, occidental y desarrollado, está representado por el modelo de los hombres de negocios calvinistas. Este empresario, debido a sus creencias religiosas, no puede disfrutar de los resultados de su trabajo. No puede gastar dinero en sí mismo, y esto debido a poderosos escrúpulos contrarios a la autoindulgencia, la vanidad y el consumo superfluo. Por lo tanto, este empresario moderno trabajólico, reinvierte un altísimo porcentaje de sus utilidades en su empresa y esta es la razón por la cual rápidamente prospera y se hace rico. No obstante esta riqueza, el empresario calvinista debe vivir modestamente y antes de morir debe asegurarse que su fortuna vuelva a la sociedad a través de planes y programas filantrópicos. Este empresario prototipo tiene un profundo temor a Dios y cree firmemente en aquel principio que señala, que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico entre en el reino de los cielos.
En conclusión, el empresario calvinista, de sus esfuerzos no obtiene nada para sí mismo, excepto una satisfacción un tanto irracional de haber hecho su trabajo de la mejor forma posible. Es decir, la satisfacción que producen los logros alcanzados en forma ética y eficiente. Naturalmente, este empresario tiene tendencia a pagar buenos salarios a su personal, conseguir altos niveles de productividad y obtener altos niveles de calidad en los productos y servicios que su empresa entrega a la sociedad. El ver crecer y desarrollarse a este “hijo” predilecto - su empresa - es lo que hace al empresario feliz (extraído de Max Weber, “La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo”, traducido por T. Parson, Nueva York, Escribner, 1930, pág. 71 – 336, 339).
El segundo factor en la tragedia educacional chilena es la pésima calidad de la administración pública chilena, particularmente, la administración municipal. Se requiere un Estado regulador de altísima competencia capaz de detectar y rápidamente controlar las naturales distorsiones del mercado. Estas distorsiones se producen por la conducta de empresarios que se desvían del modelo calvinista y caen en conductas premodernas. El Estado introduce así, efectivamente, los cambios y correcciones necesarios, particularmente a través de una enorme cantidad de incentivos, subsidios y ventajas tributarias. Con calidad ética y funcionarial, el Estado regulador fija los parámetros o marcos de referencia de la educación pública y privada y luego vigila severamente que dichos estándares se cumplan a cabalidad. Entrega subsidios a los ciudadanos para que ellos elijan la mejor educación y con ellos premian a aquellos empresarios que dan un mejor servicio dentro de un sistema de sana competencia. Por supuesto, también castigan y eliminan a aquellas organizaciones públicas y privadas que no cumplen con dichos estándares. Este es el modelo que se ha implementado con éxito en algunos Estados de la costa nororiental de los Estados Unidos.
En Chile, el proceso regulador se ha entregado principalmente a las municipalidades. Las municipalidades ricas en recursos, pueden de alguna manera cumplir en un mínimo grado con estas actividades regulatorias, por tanto, sus instituciones educacionales funcionan un poco mejor que el resto. Pero las municipalidades pobres (la inmensa mayoría), no son capaces de cumplir con su función regulatoria. Es necesario agregar que las municipalidades también administran directamente escuelas primarias y secundarias y naturalmente, la gestión de dichas escuelas, en su inmensa mayoría, es verdaderamente patética. Funcionarios, mal pagados y relativamente corruptos, invariablemente caen en una posición complaciente frente a evidentes violaciones a los estándares acordados. Por su parte, el Ministerio de Educación tampoco cumple adecuadamente con su actividad regulatoria y sólo se limita a aumentar el gasto en educación. Estos han crecido al menos cuatro veces desde 1990. Pero los resultados en vez de mejorar, van empeorando.
El tercer factor importante ha sido una persistente dependencia ideológica de modelos educacionales extranjeros, totalmente incongruentes con la realidad nacional. Desgraciadamente, este no es un fenómeno nuevo. Ya a principios del siglo XX, Encina se quejaba amargamente de la educación afrancesada que había terminado por corromper el alma nacional. Señalaba que esta educación elitista, importada por los liberales a partir de la segunda mitad del siglo XIX, era una verdadera catástrofe nacional. Una pobre, ridícula y mal hecha imitación de la educación para la aristocracia europea y que había terminado por destruir la ética de trabajo de los chilenos. La educación importada por los liberales, era sólo buena para producir poetas, pintores, escultores, teólogos, literatos, filósofos, abogados y médicos. Pero pésima para crear y fortalecer la fuerza de trabajo, tales como buenos mineros, artesanos, agricultores, comerciantes, banqueros, y sobre todo eficientes capitanes de empresas industriales. Encina concluía señalando que este tipo de educación libresca y sin valores pro trabajo productivo, estaba arruinando a Chile y por este error, las generaciones futuras tendrían que pagarlo muy caro. Terminaba con su famosa frase: “La mona aunque vestida de seda, mona se queda”. Por supuesto que un error trágico y similar cometieron los liberales de fines del siglo XX. Se copió el modelo norteamericano de la llamada Privatización e “Reinvención del Gobierno”. Se pensó que los empresarios chilenos eran igualmente eficientes, innovativos y audaces como los estadounidenses. También se pensó que las municipalidades eran parecidas a los gobiernos locales de la Nueva Inglaterra. Los resultados de este mayúsculo error ideológico están a la vista y ahora todos los pueden palpar.
Con capitalistas premodernos, con burócratas incompetentes y con mentalidad ideológicamente dependiente, es un verdadero milagro que el sistema educacional, implantado por la dictadura, haya durado 30 años sin una crisis terminal. Obviamente, que las manifestaciones de estos últimos días señalan el comienzo del fin de este sistema.

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