lunes, 5 de octubre de 2009

Chile: Un caso de Desarrollo Exitoso. El ascenso de la economía y sociedad chilena entre 1831 y 1861.


F. Duque Ph.D.
Profesor titular
Ciencias Políticas.
Universidad de los Lagos.
Campus Puerto Montt
Septiembre 2009.
Introducción.

Es probable que en uno pocos años más, Chile deba descartar su actual modelo de desarrollo económico. El modelo neoliberal existente sólo ha dado buenos resultados porque en las últimas tres décadas, el planeta se ha globalizado y gracias a este trascendental fenómeno, países pequeños como Chile, pero ricos en materias primas, han podido prosperar y desarrollarse. Sus materias primas y productos semielaborados han sido bien recibidos por el mundo exterior, y ello ha contribuido poderosamente al proceso de desarrollo económico y social.

Desafortunadamente para el país, la globalización liberal iniciada a principios de la década de los años ochenta en el siglo XX ha entrado en un lento proceso de agonía. La economía planetaria se mantiene viva solo debido a que los estados han invertido enormes cantidades de dinero (muchos miles de billones de dólares), para producir liquidez financiera, facilitar los créditos y evitar el colapso depresivo. Efectivamente hasta ahora este colapso se ha evitado, pero estas medidas no han producido la rápida recuperación en V que se esperaba. La razón o causa de este magro resultado es simple. Entre el año 2002 y el 2007, la economía occidental recibió el poderoso estímulo de más de quince mil billones de dólares en forma de papeles securitizados procedentes de la deuda privada. No obstante, los aportes estatales occidentales para aumentar la liquidez a partir del año 2008 no han superado los seis mil billones de dólares. Por lo tanto, aún faltan enormes inversiones estatales, para lograr el equilibrio. Por primera vez en muchas décadas desde la crisis del año 1929 el mundo tendrá un crecimiento negativo en el año 2009. La principal causa de la crisis es un desequilibrio estructural y fundamental entre oferta y demanda. Los consumidores de los países ricos han sido el motor de la economía mundial en las últimas tres décadas. Pero estos consumidores están ahora arruinados. Primero perdieron su poder adquisitivo gracias a la distribución regresiva del ingreso que se ha producido desde 1980 en adelante. Luego a partir del año 2007 perdieron gran parte de su riqueza material al sufrir la desvalorización de sus casas y perder gran parte de los ahorros de toda una vida, con la caída de las bolsas mundiales. Ahora para colmo, muchos tienen miedo de perder sus puestos de trabajo. Por lo tanto la reacción natural y lógica de esta enorme masa consumidora, radicada en occidente y Japón, ha sido cambiar radicalmente su conducta. Ellos han dejado de gastar y han empezado a ahorrar. Ahora ha llegado la hora de pagar las gigantescas deudas que los ciudadanos se vieron obligados a acumular para así poder mantener su poder adquisitivo.
La conducta obvia de ahorrar por parte de los consumidores del mundo desarrollado y rico, es por cierto una decisión racional desde el punto de vista individual, pero desgraciadamente esta conducta es irracional desde el punto de vista colectivo. Si todos ahorran y nadie consume; la economía invariablemente se desploma. Debido a estos cambios conductuales de gigantescas repercusiones en el primer mundo; el planeta está en recesión. Hay una enorme oferta de bienes y servicios, pero la demanda es sumamente débil. Los países pobres y sus poblaciones están obligados a ahorrar por que ellos no poseen un Estado de Bienestar y esta es la razón por la cual el consumo del tercer mundo no puede reemplazar la falta de consumo del primer mundo. Este problema es la clave central de porque el modelo globalizador actual está agonizando. Si todavía no está muerto, es por que está conectado a un respirador artificial (las cuantiosas sumas estatales introducidas en el sistema para reactivar la economía). Si a este cuerpo agónico se le retira de este respirador artificial, definitivamente muere.
El resto del planeta, es decir, el tercer mundo está también con gravísimos problemas. La reducción de la demanda por parte de los países ricos ha producido crisis por todos lados. La región de Europa del Este y Rusia ya está en un proceso depresivo agudo. África, América latina, gran parte de Asia y el Medio Oriente están paralizados. Sin poder exportar al mundo desarrollado, el tercer mundo también se contrae. Las dos únicas excepciones a este negro panorama son China e India. Estos son los dos únicos motores que actualmente impiden que la economía global se desplome. Gracias a ellos, el convoy ferroviario no ha retrocedido rápidamente, solo lo está haciendo lentamente. Si no fuera por estos dos gigantes asiáticos este convoy ferroviario ya se habría descarrilado y caído al precipicio. Pero estos dos gigantes desde el punto de vista económico desafortunadamente tienen pies de barro desde el punto de vista político. Las organizaciones políticas de estos dos países son subdesarrolladas, ellas no serán capaces de conducir el vertiginoso ritmo de cambio social, en forma regulada, ordenada y pacífica. El desequilibrio extremo entre un proceso de modernización sumamente rápido (gigantesco proceso de urbanización, rapidísima industrialización, crecimiento exponencial en las tasas de alfabetismo, educación, información, movilización social y participación política, etc.); y un proceso de institucionalización sumamente retardado y lento, es un fenómeno que seguramente desatará una gran crisis política.
Las estructuras y organizaciones que conforman los sistemas políticos de estos dos gigantes asiáticos no funcionan adecuadamente. Esto hace que las urgentísimas y legítimas demandas sociales no puedan ser atendidas y satisfechas con la celeridad requerida. Debido a este problema la India y China son un par de ollas a presión, que ya han empezado a tener gravísimos problemas. Ambos países contienen dentro de sus fronteras enormes minorías insatisfechas, ambos países sufren acelerados procesos de corrupción. Cuando los disturbios de estos dos gigantes se generalicen y expandan por sus vastos territorios; el proceso de desarrollo económico de estos países se detendrá. Y la economía empezará a retroceder inexorablemente. La recesión económica producto de la crisis política puede que no dure muchos años, pero este tipo de crisis, ahora que el mundo entero esta al borde del precipicio, se transformará en los últimos clavos que probablemente sellarán el sarcófago de la actual globalización neoliberal.
Si la globalización se hunde, obviamente el modelo exportador chileno de corte neoliberal ya no servirá y abra que buscar alternativas. Esta es la razón por la que vale la pena analizar con algún grado de detalle el modelo de desarrollo socioeconómico que Chile con mucho éxito tuvo entre 1831 -1861. También este modelo fue una respuesta desesperada a una economía y sociedad liberal que agonizaba. La agonía se venia gestando desde 1810. Esta se incremento con las guerras de independencia, creció aun mas con el periodo anárquico, y finalmente exploto con la guerra civil de 1829. Allí murió la primera república liberal. El país termino en el suelo. Pero gracias al modelo portaliano de acentuado intervencionismo estatal, Chile pudo curar sus heridas, recuperarse y luego lograr un increíblemente largo periodo de crecimiento acelerado que duro treinta años. Muchos historiadores han calculado que el producto creció a una tasa de 10% por año. Chile pasó de ser una de las colonias más pobres del imperio español, al país mas prospero y poderoso de America latina. Las causas y efectos de este verdadero milagro socioeconómico son poco conocidas y esta es la razón y justificación del ensayo que se incluye a continuación.
El trabajo explica el desarrollo económico chileno utilizando tres variables independientes y ellas son: primero, el carácter nacional, o el tipo de valores culturales que predominaron en la elite y en las masas populares entre 1830 y 1861. Segundo, la variable gobernabilidad, es decir, la capacidad del sistema político para dirigir y controlar el proceso de desarrollo civilizacional en forma ordenada y pacifica. Finalmente la variable independencia, es decir, el grado de autonomía que tenia el sistema político chileno, para conseguir que sus recursos económicos se reinvirtieran en el país y no fueran a enriquecer a países extranjeros. La interrelación sistémica de estas tres variables independientes, explica así el extraordinario proceso de desarrollo económico que se tuvo en esa primera parte del siglo XIX.
La Era Portaliana.
En la historia de Chile, el período que va de 1831 a 1861 se caracterizó por la existencia de una muy saludable y balanceada economía. Este es el período de oro del desarrollo chileno, al cual generaciones posteriores han mirado con nostalgia y frustración. El país estaba envuelto en un proceso acelerado, sostenido y autónomo de rápida expansión económica. La tasa de crecimiento alcanzó niveles sumamente altos por varias décadas -más del 9% por año durante 30 años. Como consecuencia de esto, la inmensa mayoría de los chilenos gozó de niveles y estándar de vida razonablemente adecuados. Este rápido proceso de desarrollo económico fue largamente determinado por el simultáneo y mutuamente reforzado impacto de tres condiciones altamente favorables. Primero, la mayoría de los chilenos y especialmente la elite, tenían un carácter nacional desarrollista; además, estaban generosamente provistos de una cantidad suficiente de individuos con características empresariales y motivación de logro. Segundo, el sistema político y la toma de decisiones no sólo trabajaba eficientemente, sino que la mayoría de sus líderes estaban altamente motivados por una ideología desarrollista. Tanto el poder ejecutivo como su burocracia eran de este tipo. La burocracia estaba adecuadamente dirigida y controlada por las estructuras políticas, Por lo que la administración pública era eficiente y productiva. Finalmente, pero no menos importante, el país estaba libre de dominación extranjera, por lo tanto, los líderes nacionales fueron capaces de tomar decisiones solamente dentro de los parámetros impuestos por el interés económico nacional. Además, gracias a esta independencia económica, la mayoría de los excedentes económicos se mantuvieron en Chile y fueron reinvertidos en su propio desarrollo económico[i]. El acelerado desarrollo económico y las variables que lo determinaron constituyen las características más importantes de la llamada República Portaliana.
1. La motivación de logro y la capacidad empresarial.
Durante este período la mayoría de los chilenos y especialmente la elite tuvieron un carácter nacional que se puede caracterizar por tener niveles bastante altos de capacidad empresarial y necesidad de logro. Esta situación favorable fue la consecuencia de un complejo conjunto de circunstancias que no pueden ser totalmente discutidas aquí. Basta decir que aún cuando, ni los nativos ni los conquistadores españoles, elementos formadores básicos de la nacionalidad chilena, tenían una cultura o ética de trabajo adecuada en los primeros tiempos de la conquista;[ii] algunas circunstancias muy especiales permitieron un gradual desarrollo de este tipo de cultura durante más de trescientos años. Es decir, se construyó y constituyó un carácter nacional criollo que tuvo niveles mucho más altos de necesidad de logro y capacidad empresarial que sus dos etnias ancestrales.
Entre estas circunstancias especiales una de las más importantes estaba en el hecho de que Chile no tenía grandes tesoros acumulados, como las civilizaciones azteca e Inca, ni enormes y ricos minerales esperando ser llevados por soldados de fortuna. La región llamada Capitanía General de Chile era generalmente pobre y la vida era bastante dura por un clima relativamente frío y la constante lucha con los nunca conquistados indios araucanos. Después que el Imperio Español perdió sus mejores hombres de armas en el sur de Chile, el flujo de nuevos españoles que empezaron a entrar a Chile al final del siglo XVI, eran españoles diferentes; los antiguos conquistadores, poco a poco se fueron convirtiendo en agricultores interesados en sobrevivir, cultivar la tierra y en fundar una sociedad nueva y permanente. Las dificultades de la vida colonial gradualmente transformaron a estos ex-soldados en dedicados agricultores, artesanos y comerciantes. Aquellos que no pudieron cambiar y adaptarse a las nuevas condiciones gradualmente se trasladaron a las áreas más ricas del imperio o volvieron a Europa[iii].
Otro factor muy importante que contribuyó a la creación de estas características empresariales fue la contribución hecha por los jesuitas y por otros españoles del norte de la Península. Los jesuitas contribuyeron al desarrollo intelectual y cultural de la colonia a través de su excelente sistema educacional, pero más importante aún, ellos desarrollaron empresas económicamente poderosas y eficientes tanto en la agricultura como en la industria. Estas empresas jesuitas fueron tan exitosas que para la mitad del siglo XVIII, ellas pasaron a ser el más importante sector económico de la colonia. Aún cuando los jesuitas fueron expulsados de la colonia en 1767, sus enseñanzas y ejemplos de buena administración y eficiencia económica tuvieron una influencia beneficiosa e importante sobre esta creciente ética de trabajo criollo[iv]. La inmigración de los vascos y otros españoles del norte también tuvo un impacto positivo sobre el desarrollo de este carácter nacional. Su sistema de valores estaba dominado por el ahorro, la inversión, el trabajo duro, la iniciativa y la organización comercial. Ellos no podían sino reforzar esta creciente ética de trabajo. Más tarde, los descendientes de estos inmigrantes llegaron a ser la espina dorsal de la elite criolla que dominó Chile entre 1831 y 1861[v].
Finalmente, dos importantes estructuras de transmisión cultural y socialización, tales como la familia y la escuela jugaron un poderoso y reforzador papel durante la última parte del siglo XVIII y los primeros 60 años del siglo XIX. Ambas estructuras no sólo transmitieron valores favorables al logro y capacidad empresarial, sino también aceleraron y fortalecieron considerablemente el proceso de creación y desarrollo de esta creciente ética de trabajo. La familia se caracterizaba por un padre que por lo general estaba lejos de casa la mayor parte del tiempo, mientras que el cuidado de los niños fue dejado bajo la responsabilidad de madres curtidas por el sacrificio cotidiano y con alta motivación de logro[vi]. El entrenamiento básico y socialización escolar también trabajó en esta misma dirección. La formación del carácter, -incluyendo inculcación de valores, hábitos y motivaciones-, fue no menos importante que la transmisión de conocimientos y habilidades. Los libros de lectura estaban llenos de temas y ejemplos que trataban sobre la moralidad y la promoción de una vida honesta y de trabajo constante y sostenido. Además, el latín fue enseñado principalmente como un instrumento para construir entre los alumnos la perseverancia y la dedicación, es decir, para crear carácter.[vii] En los cursos de educación secundaria y universitaria, el estudio de los grandes filósofos clásicos, tales como Sócrates, Platón, Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, así como también el estudio de la vida y trabajo de los grandes hombres de estado del siglo XVIII eran también temas de estudio requeridos.[viii] Finalmente, es necesario agregar que los estudiantes, especialmente en los niveles inferiores, estaban bajo un nivel de disciplina severo bajo el cual el castigo -incluyendo el castigo corporal- y los premios, eran administrados en público. La intención obvia de este sistema disciplinario era humillar a los elementos indeseables y levantar el estatus y prestigio de los alumnos trabajadores, brillantes y dedicados.[ix]
En resumen, la herencia de una creciente ética de trabajo y la influencia tanto del hogar como de la escuela, desarrollaron un carácter nacional altamente favorable para el desarrollo económico.[x] Francisco Encina uno de los más respetados y famosos historiadores chilenos, describe este desarrollo tal como sigue: “La elite poseía una moralidad cívica alta y un compromiso por desarrollar el país. La mayoría de los miembros de la elite vivían vidas espartanas. Ellos tenían riqueza pero no estaban propensos al consumo superfluo. El desarrollo moral del pueblo chileno, especialmente de la elite, fue muy rápido. La moralidad pública se incrementó de manera raramente experimentada en la historia del mundo. Chile llega a ser una de las más poderosas naciones de América Latina después de haber sido una de las más pobres y subdesarrolladas colonias españolas”.[xi]
2. Cultura política, conducta política y eficiencia burocrática.
El desempeño de las estructuras de toma de decisiones en el sistema político chileno fue sumamente efectivo y eficiente durante este período. Esta efectividad permitió una eficiente dirección y control político sobre la burocracia chilena. Ésta, aún cuando bastante pequeña en sus inicios, fue altamente efectiva y productiva. Además, ésta bien organizada máquina administrativa, no sólo desarrolló sus tareas tradicionales en forma adecuada, tales como mantener la ley y el orden o recolección de impuestos; también tuvo características como las encontradas en lo que ahora se consideran exitosas administraciones para el desarrollo. Por lo tanto, la administración pública chilena jugó un importantísimo rol en el rápido proceso de desarrollo económico experimentado durante este período.
No hay aquí suficiente espacio para discutir en detalle los antecedentes que principalmente determinaron las adecuadas operaciones, desempeño y rendimiento del sistema político. No obstante, una breve y esquemática referencia a algunos de los factores claves se señalan más abajo.
La estructura y contenido de la cultura política chilena durante este período parece haber sido un factor muy importante para explicar el rendimiento satisfactorio del aparato estatal. Usando el lenguaje de Almond, se puede señalar que la cultura chilena tuvo una estructura altamente homogénea. En otras palabras, tanto las elites como las masas populares compartían valores, orientaciones, ideologías, creencias y sentimientos políticos similares durante la mayor parte de este período. Naturalmente, existieron algunos grupos que se desviaban de estas orientaciones ideológicas mayoritarias, pero ellos fueron muy pequeños y sin poder. No había una o más sub-culturas que emergieran para desafiar la ideología política de la mayoría.[xii] Esta unipolaridad cultural fue efectivamente aplastante durante todo este período.
Entre las más importantes creencias y valores políticos de esta homogénea cultura se encontraba un fuerte apego a un único, unipolar y centralizado sistema de gobierno. Es decir, algo parecido a una monarquía temporal y al concepto del Filósofo Rey de Platón. La enorme mayoría de los chilenos creía que una gran proporción de la autoridad y del poder del estado se debía concentrar en manos del Presidente de la República y éste debía controlar la mayoría de las funciones del sistema político. También esta altísima autoridad debía ser el supremo juez y benefactor de la nación. Además, se creía que estos grandes poderes presidenciales eran medios para asegurar el bienestar del país y de toda su gente sin distinción de clase. Los intereses de clases y los intereses individuales debían subordinarse a las necesidades de la nación toda, la necesidad de un gobierno ordenado y del progreso general.[xiii] La visión platónica que ponía los intereses de la comunidad por sobre los intereses de los individuos, era un elemento central de esta ideología.
Otro elemento importante en esta cultura política, fue la creencia que el Estado debía intervenir vigorosamente en la economía de la nación y, activamente, promover su desarrollo económico e industrial. El mercantilismo fue una muy poderosa fuerza ideológica orientando la toma de decisiones económicas durante este período.[xiv] No menos importante y difundida era la creencia que otro objetivo principal del estado era la activa defensa y promoción del interés y de la seguridad nacional.[xv]
Esta cohesiva, unida, homogénea e integrada cultura; hizo posible la formación de coaliciones políticas mayoritarias, estables y sólidas bajo el control de aristócratas conservadores, obispos y generales. El compartir valores motivacionales y creencias similares fue como un aceite sumamente eficaz que permitió limar asperezas, lograr acuerdos y alcanzar compromisos satisfactorios, para todos ellos. De ahí que había consenso en objetivos y metas, y este consenso no fue difícil de alcanzar.[xvi] Consecuentemente con sus creencias políticas, los miembros de la coalición gobernante delegaban el poder para mandar la nación en uno de sus más destacados líderes una vez cada diez años. Este líder electo fue el Presidente de la República, pero para propósitos prácticos, tenía el poder y se conducía en la misma forma como lo hacían los monarcas hereditarios de la era colonial.[xvii]
Como ya se ha enunciado anteriormente, el Presidente concentraba en sus manos el poder y la autoridad para desarrollar la mayoría de las funciones del sistema político.[xviii] Él manejaba directamente la función de articulación de intereses, agregación de intereses y la función de toma de decisiones, e indirectamente, las funciones relacionadas con la formulación de reglas (funciones legislativas) y con la función adjudicataria (función judicial).[xix] Todos estos enormes poderes estaban legalizados en la Constitución de 1833. Este documento constitucional permaneció sin mayores cambios durante todo este período. Naturalmente, estos grandes poderes centralizados facilitaron un ágil, suave, fácil y eficiente funcionamiento del sistema político. La mayoría de los resultados políticos (Normas, Leyes y Políticas Públicas) eran claros, homogéneos, precisos y directos. Había muy poca ambigüedad o confusión en las leyes, políticas y decretos presidenciales.
Este sistema eficiente de toma de decisiones le dio al ejecutivo una adecuada dirección sobre la burocracia estatal. Los servicios públicos recibían instrucciones claras y estos sabían que estas directivas estaban basadas y sustentadas por un poder irresistible. Ellos no tenían otra opción sino de acatar rápidamente los deseos de sus jefes políticos.[xx] Además, la burocracia estaba bajo un severo control. Había tres mecanismos de control que pueden ser brevemente mencionadas aquí: primero, la presidencia contaba con un pequeño grupo de agentes o espías políticos controlando el trabajo burocrático; segundo, el presidente tenía el poder para contratar y despedir a los altos servidores civiles y militares a su voluntad; tercero, y el más importante, el presidente tenía a su disposición un ejército de ciudadanos o una guardia nacional casi catorce veces el tamaño del ejército regular. Este instrumento de control fue altamente exitoso en convencer, tanto a la burocracia militar como civil, que la autoridad presidencial se basaba no solamente en el apoyo político, en la tradición cultural y en la constitución, sino en el verdadero y real poder de más de cuarenta mil civiles armados.[xxi] En resumen, la burocracia chilena se caracterizó por estar bajo un control político sumamente fuerte y eficiente, un sistema de mérito que orientaba la selección y promoción del personal de carrera, y por una cultura burocrática fuertemente influenciada por los valores económicos y políticos de la elite. Por lo tanto, no es sorprendente encontrar que el sistema administrativo de este período fue bastante eficiente y productivo.[xxii] Puede decirse que en términos huntingtonianos, Chile estaba avanzando rápidamente hacia altos niveles de institucionalización política y buena gobernabilidad.
La burocracia chilena no sólo fue eficiente en el desarrollo de sus funciones administrativas tradicionales. También fue altamente eficiente en la promoción y ejecución de tareas relacionadas con el desarrollo económico. Algunas agencias activa y directamente participaban en el desarrollo de sistemas de comunicación y transporte. Agencias estatales construían canales, caminos y carreteras, se fomentaba la construcción de ferrocarriles y se ayudaba activamente en la expansión de la marina mercante. Se instalaban sistemas telegráficos y se mejoraba el sistema de correo. Otras agencias públicas estaban envueltas en la construcción y expansión de facilidades portuarias, sistemas de irrigación y otras obras de infraestructura. Otras oficinas estaban promoviendo la educación técnica y trayendo profesores y empresarios extranjeros para asesorar en la enseñanza de las escuelas estatales encargadas de la educación industrial. Además, ayuda activa se proveía por parte del estado para financiar y establecer nuevas industrias. Simultáneamente se implementaron planes para traer al país empresarios industriales extranjeros. Un trato similar fue dado en el área de desarrollo y promoción agrícola y ganadera. Finalmente, el Estado participaba directamente en la apertura y expansión de mercados extranjeros a fin de colocar la creciente producción nacional.[xxiii] Naturalmente, que esta eficiente administración para el desarrollo tuvo un alto e importante efecto beneficioso en el proceso de desarrollo chileno durante este período.
3. Independencia Económica y Política.
Entre 1830 y 1861 Chile fue un país libre de dominación extranjera. La nación no fue satélite de ningún otro país. Por el contrario, Chile jugó un rol imperialista propio y lo ejerció sobre alguno de sus más débiles y todavía no bien organizados vecinos. Consecuentemente, las decisiones políticas y económicas se hicieron en el propio interés nacional del país y ellas fueron efectivamente implementadas. Esta libertad de control y dependencia extranjera en parte explica el rápido proceso de crecimiento que Chile tuvo durante éste período.
No es posible discutir en detalle todas las circunstancias que permitieron este relativamente alto nivel de independencia económica y política. Sin embargo, algunos factores contribuyentes pueden ser mencionados brevemente.
En primer lugar, la mayor parte de las grandes potencias europeas de este período estaban ocupadas con asuntos internos y con el problema de mantener el balance de poder en Europa. Gran Bretaña estaba muy ocupada con sus reformas internas y con mantener el equilibrio europeo organizado por los diferentes congresos y conferencias que siguieron a las guerras napoleónicas. Francia estaba especialmente preocupada en restaurar algún sentido de legitimidad a su monarquía. España estaba débil y enfrentando problemas similares de consolidación interna. Estados Unidos estaba profundamente preocupado y envuelto en la implementación de las políticas del “destino manifiesto”; por lo tanto, la mayoría de sus esfuerzos estaban concentrados en la conquista de la parte norte del continente americano. Por otro lado, los grandes imperios asiáticos estaban preocupados por la creciente penetración occidental. A todo esto es necesario agregar que fuerzas antiimperialistas habían ganado terreno en Europa. En todo caso, Chile parecía ser demasiado pequeño, poco importante y muy distante para atraer atención especial.[xxiv]
Segundo, los chilenos intentaron mantener a todas las grandes potencias a una distancia razonable mediante inteligentes políticas de apaciguamiento y respeto al derecho internacional. Simultáneamente, siguieron una política de inteligente penetración y control político sobre la costa pacífica de América del Sur.[xxv]
Tercero, las más importantes actividades económicas en Chile estaban en manos chilenas. Ninguna potencia extranjera tenía control directo o indirecto sobre los recursos naturales y su producción. Consecuentemente, los excedentes económicos fueron reinvertidos en el desarrollo económico de Chile.[xxvi] Los empresarios nacionales controlaban la agricultura, la minería y el sector comercial.[xxvii] Algunos extranjeros residentes se desempeñaban en actividades industriales, navieras y comercio exterior. Sin embargo, en términos prácticos la inmensa mayoría de estos extranjeros eran chilenos desde el punto de vista económico. Ellos eran residentes permanentes en el país, tenían familiares chilenos y reinvertían la inmensa mayoría de sus ganancias en Chile.[xxviii]
Cuarto, no había ningún poder extranjero que utilizara a Chile como un mercado para su propia producción industrial. Durante la mayor parte de este período Chile mantuvo un rígido sistema proteccionista, especialmente programado para ayudar y proteger la pequeña pero rápidamente creciente industria y marina mercante nacional.[xxix] Además, los hábitos de consumo eran todavía bastante modestos, y la inmensa mayoría de las necesidades de productos industriales eran cubiertas por los establecimientos y fábricas locales.[xxx]
Finalmente, ningún poder extranjero tenía un poder monopólico sobre las exportaciones chilenas. Por el contrario Chile tuvo un efectivo nivel de diversificación de exportaciones. Por lo tanto, gozó de una satisfactoria pluralidad de mercados y también precios relativamente buenos para sus exportaciones.[xxxi] Los mercados más importantes para Chile iban de Colombia a Perú; no obstante, también tenía mercados en California, Australia y el Lejano Oriente. Es necesario señalar que su principal mercado –Perú-, estuvo relativamente libre de los efectos de las fluctuaciones provocadas por los precios mundiales y estaba bastante controlado por Chile.[xxxii]
En conclusión, estos cuatro factores combinados dieron a Chile un alto nivel de independencia política y económica, y definitivamente, esto contribuyo poderosamente al rápido desarrollo económico experimentado durante este período.[xxxiii]
4. El nivel de desarrollo económico.
La capacidad empresarial de la elite, la eficiencia del sistema político y su burocracia, y los altos niveles de independencia económica y política, fueron tres factores importantísimos que en gran medida explican la alta tasa de crecimiento económico experimentado por Chile durante este período.
La necesidad de logro y capacidad empresarial de la elite tuvo un doble impacto beneficioso sobre la tasa del desarrollo económico. Primero, las características empresariales de la elite determinaron altos niveles de productividad en el sector privado. Los empresarios privados chilenos agresivamente reinvirtieron la mayoría de sus excedentes económicos en la expansión de sus actividades y negocios y en el establecimiento de nuevos negocios; mientras que al mismo tiempo, mantuvieron patrones de consumo a niveles sumamente moderados. Segundo, estas características empresariales también tuvieron un efecto beneficioso sobre el sistema político de toma de decisiones. Elementos destacados del mundo empresarial ocuparon las posiciones más altas del aparato estatal. Estos decisores motivados, a su vez, impusieron y demandaron capacidad empresarial sobre los burócratas estatales. Por lo tanto, el sector público fue dinámico y productivo. El sector público trabajó y tuvo un muy importante papel desarrollista en este período. Este proveyó al sector privado con niveles adecuados de estabilidad social y liderazgo económico, además de asistencia técnica y financiera, y también protección frente a la competencia extranjera. El Estado también jugó un muy importante papel desarrollista al crear una sólida infraestructura incluyendo la construcción de sistemas de transporte, comunicación, facilidades portuarias, almacenes, sistemas de irrigación, etc.
La existencia de una cultura homogénea, facilitó la agregación y armonización de los intereses políticos de la sociedad chilena. Esta cultura homogénea permitió la formación de coaliciones sólidas, coherentes y mayoritarias detrás del líder del país y jefe ejecutivo, quien contó con grandes poderes y autoridad real. Consecuentemente esta cultura homogénea facilitó una eficiente operación del sistema toma de decisiones. A consecuencia de esto la burocracia tenía buen liderazgo y un efectivo control, reforzando así un sistema que ya era bastante eficiente desde el punto de vista administrativo.
Finalmente, el alto nivel de independencia que gozaba la nación chilena permitió a sus líderes tomar decisiones económicas utilizando como parámetros decisorios sólo los intereses nacionales. Los excedentes económicos fueron reinvertidos en la promoción de su propia economía. Las exportaciones chilenas eran diversificadas y gozaron de relativamente altos precios, mientras que las importaciones fueron mantenidas a niveles sumamente moderados, evitándose el poco deseable desbalance entre la capacidad de la nación para producir y su capacidad para consumir. En resumen, estos tres factores: capacidad empresarial, eficiencia burocrática e independencia, se reforzaron unos a otros para crear un altamente favorable ambiente para el desarrollo económico.
Efectivamente, la tasa de crecimiento económico durante este período fue verdaderamente espectacular. Una rápida recuperación de la economía chilena se inició a mediados de 1830 inmediatamente después de la última batalla de la guerra civil en 1829. A fines de 1830, ricas minas de plata fueron descubiertas cerca de Copiapó. Una gran proporción de las ganancias producidas por estos minerales fue usada para promover el desarrollo agrícola, la construcción de ferrocarriles, la explotación de cobre y carbón, el desarrollo urbano, etc. Tan eficiente fue la administración financiera del ministro Rengifo que para 1834 la economía había alcanzado y sobrepasado los niveles que había tenido antes de la guerra civil de 1829. Se ha calculado que entre 1834 y 1860 la economía como un todo creció de 2,2 millones de pesos de 45 peniques (45 peniques británicos) a 7,5 millones de pesos de 45 peniques. En otras palabras, un crecimiento total de 240% para el período y un promedio de crecimiento de alrededor del 9,23% por año.[xxxiv]
Diferentes sectores de la economía mostraron características similares. Por ejemplo, la producción agrícola creció cinco veces entre 1844 y 1860 representando un porcentaje promedio de 45% del total del producto bruto nacional.[xxxv] La producción minera creció cinco veces entre 1850 y 1860.[xxxvi] La producción de plata creció seis veces entre 1840 y 1855, mientras que la producción cuprera creció ocho veces entre 1841 y 1861. En 1861 los empresarios chilenos controlaban el 40% de la producción mundial de cobre.[xxxvii] El sector industrial, aun cuando modesto si se compara con el sector minero y agrícola, también mostró considerables tasas de crecimiento. Nuevas plantas industriales se agregaron a los tradicionales sectores que procesaban cueros y grasas de animal. Fundiciones de cobre y manufacturas textiles se iniciaron en 1840. Plantas procesadoras de harina, molinos, fábricas de algodón, cuerdas, zapatos, cerveza y plantas metalúrgicas se establecieron en la década de 1850. Algunas de estas plantas metalúrgicas produjeron arados, maquinaria agrícola, locomotoras, carros de ferrocarril y otro equipo ferroviario, grandes campanas y armas pesadas fueron fabricadas para el ejército y la marina.[xxxviii]
Numerosos astilleros entraron también en operación, los que construían pequeños barcos pesqueros. Adicionalmente, algunos grandes barcos fueron construidos, tanto para la marina mercante como para la Armada.[xxxix] El sector comercial también tuvo una expansión similar. El crecimiento del comercio exterior no puede sino ser considerado como espectacular. Entre 1844 y 1860 el valor de las exportaciones se cuadruplicó.[xl] Finalmente, la marina mercante también mostró similares tasas de crecimiento. En 1848 tenía 105 barcos; subió a 157 barcos en 1850, a 257 en 1855 y a más de 276 en 1860.[xli]
Para mediados del siglo XIX el 20% de la flota estaba sirviendo al tráfico de la costa pacífica de América y ellos llegaban regularmente hasta San Francisco.[xlii] Algunos barcos estaban envueltos en el negocio y tráfico de esclavos en África y América y otros servían el tráfico de Australia y del Lejano Oriente.[xliii] El tonelaje total en manos de empresarios chilenos había aumentado alrededor del 33% al año, desde 12.000 toneladas en 1848 a 60.000 toneladas en 1860.[xliv]
El estándar de vida del pueblo chileno reflejó en gran medida la prosperidad general de la economía. La prosperidad de este período, no sólo permitió a la elite cubrir sus necesidades básicas, también permitió a las masas populares tener modestos, pero adecuados niveles de vida. Alberto Cabero, un famoso escritor chileno, argumenta que el pueblo tenía suficientes ingresos para sostener adecuados niveles de vida. La vida de los trabajadores y de sus familias tanto del campo como de la ciudad, era satisfactoria y pacífica. El pueblo gozó de adecuados estándares nutricionales. Pescados, cereales, carnes, frutas y vegetales eran abundantes, fácilmente disponibles y no muy caros.[xlv] En breve, la inmensa mayoría de los chilenos, tenían un estándar de vida que era un verdadero modelo para el resto de América Latina. Desafortunadamente esta prosperidad no fue de muy larga vida, y décadas más tarde, los chilenos pensaron en este período, como la era de oro que una vez más tenía que ser recreada.
Conclusión.
Un siglo después del comienzo de la República Portaliana, para el año 1939, los chilenos diseñaron un nuevo modelo de desarrollo inspirado profundamente en los principios básicos del modelo portaliano. En efecto, el programa para crear el Estado de Bienestar diseñado por el Frente Popular y que llevo a la presidencia de la república a Pedro Aguirre Cerda, se guió en parte por estos postulados y principios históricos. En otras palabras el Frente Popular tenía una orientación, estatista, colectivista y antiliberal de la vida. Además pensaba que el Estado debía transformarse en un poderoso motor del desarrollo nacional. El frente proponía, la creación y protección inteligente de un poderoso sector industrial, diseñado para sustituir las importaciones y gradualmente avanzar en la nacionalización de la producción y riqueza nacional. También se proponía la expansión de la administración del Estado, mediante la creación de un gran numero de empresas estatales. Esto a fin de crear miles de puestos de trabajos estables y bien remunerados. También se propuso la expansión y consolidación de un vasto sistema público y gratuito de salud y educación. Todo esto complementado con la consolidación de un generalizado sistema de seguro social y jubilaciones para la clase media y la clase trabajadora.
Como expropiar las minas de cobre en manos de empresarios estadounidenses, era sumamente conflictivo y peligroso y hacer una profunda reforma agraria era igualmente problemático; se opto por un acelerado proceso de industrialización. La industria (pesada y liviana) en manos estatales se iba a constituir así, en el motor central de la economía. Se proyectaba que este acelerado proceso de industraliazacion y los eventuales retornos y ganancias del mismo, iban gradualmente a ser capaces de financiar un adecuado y justo estado de bienestar para la clase media y el proletariado. La viga maestra o instrumento esencial para llevar a cabo este intervencionismo estatal en la economía iba a estar constituido por una nueva y poderosa organización estatal. Ella pasó a llamarse la Corporación de Fomento a la Producción (CORFO), y ella incluía decenas de empresas estatales, que iban a ser dirigidas y controladas por esta nueva organización destinada al desarrollo y coordinación de la economía nacional[xlvi]
Los creadores de la CORFO, tales como Pedro Aguirre Cerda, Desiderio García , Roberto Wachholz, Ricardo Harneker, Fernando Palma, Luís Claro, Raúl Simón, Domingo Santa Maria y muchos otros tenían muy en mente el modelo de intervencionismo estatal diseñados por Portales, Rengifo y Egaña y luego eficientemente implementado por Prieto, Bulnes y Montt. Es preciso hacer notar que este modelo de desarrollo estatísta del Frente Popular no tenia por meta final la construcción del socialismo en Chile. Solo aspiraba en su primera etapa, a crear las bases de un Estado de Bienestar de tipo social demócrata, donde el sector productivo estuviera en manos de empresas estatales, empresas mixtas (con capital público y privado) y un nuevo y más eficiente sector privado[xlvii]. Una vez más la nación chilena buscaba una salida y solución estatísta a la enorme crisis socioeconómica producida por las aberraciones de la segunda república liberal o también llamada “republica parlamentaria”, y que se instaló traicioneramente en Chile entre 1891 y 1925. La CORFO también fue respuesta a la catastrófica depresión económica que se abalanzo sobre Chile entre 1929 y 1938. La CORFO y el modelo de estado de Bienestar de tipo social demócrata, fue también el modelo de gobierno y economía destruido por la traidora dictadura militar en 1973.
El modelo social demócrata fue así reemplazado por la tercera republica liberal o también llamada modelo neoliberal. Esta forma de gobierno y administración es lo que hoy día, esta una vez más expuesto a enormes desafíos y peligros y que esta vez, si podrían a llegar a ser mortales. El actual modelo neoliberal en Chile es sumamente frágil e inestable y esto por dos razones importantes. Primero, es totalmente dependiente de un proceso de globalización planetaria que necesariamente debe ser pacifico, sustentable, dirigido y controlado por una super potencia hegemónica, dotada del suficiente poder, la vocación y la capacidad militar y económica para mantener el orden mundial sin mayores alteraciones. La segunda condición para el éxito del modelo neoliberal en Chile es que el país tenga una cultura mayoritaria inspirada en valores liberales y dotada de altas dosis de capacidad empresarial.
Hoy a fines de la primera decada del siglo XXI se observa un sistema internacional en acelerada transición. El super poder hegemónico creador y sostenedor de la actual globalización, es decir, los Estados Unidos, ha entrado en un acelerado proceso de decadencia y es atacado simultáneamente por gravísimos problemas tanto internos como externos. Internamente la actual administración estadounidense se encuentra enfrascada en el diseño e implementación de un nuevo sistema de salud publica; ya que el actual, si sigue su curso normal en pocos años más, podría arruinar al país. No obstante, esta iniciativa racional del Presidente Obama encuentra una oposición recalcitrante en importantes sectores de la sociedad estadounidense. El conflicto político ha subido a niveles altos de virulencia. Igualmente el presidente Obama está tratando de crear una nueva sociedad democrática y participativa. No obstante, los centros de poder oligárquicos, cada día que pasa se le oponen con mayor virulencia. En el terreno internacional, Estados Unidos se encuentra empantanado en una interminable guerra en el Medio Oriente de la cual no logra salir victorioso. Los conflictos que el declinante hegemón tiene con el Líbano, Siria, Palestina, Irak, Irán, Afganistán, Pakistán y otros países árabes del norte de África, están gradualmente desangrando y desgastando a la economía y sociedad estadounidense. Todo esto mientras su rival por el poder mundial, China, se levanta y progresa en forma vertiginosa y aparentemente en forma imparable[xlviii].
A todos estos enormes, trascendentales y paradigmáticos cambios geopolíticos se agrega la gravísima crisis económica que ya pronto va a cumplir dos años. El mundo entero salvo la China e India están en recesión y ello ha desatado tendencias proteccionistas en todos los rincones del planeta. Por lo tanto el sistema internacional está entrando en un periodo de gravísimas turbulencias y todas ellas ponen en grave peligro el actual proceso de globalización[xlix].
La segunda condición para que el modelo neoliberal tenga éxito en Chile, es la existencia de una cultura congruente con dicho modelo. Pero aquí esta el talón de Aquiles de los “Chicago Boys” y también de la elite chilena. El carácter nacional chileno esta conformado por varias subculturas y algunas de ellas son antagónicas entre si. En otras palabras Chile tiene una cultura fragmentada, ya que sus subculturas transmiten valores antagónicos y contradictorios. No obstante, y aun peor para los intereses de la burguesía chilena; la cultura mayoritaria del país es la llamada “cultura popular” y ella socializa aproximadamente al 80% de la población nacional. Esta subcultura mayoritaria esta formada por valores incongruentes con el modelo neoliberal. En otras palabras los chilenos pertenecientes a la “cultura popular” carecen de la personalidad empresarial y tienen orientaciones colectivistas, estatistas, machistas, paternalistas y fuertemente influenciadas por una religión que mezcla el catolicismo romano con creencias populares y autóctonas[l]. La enorme mayoría de los chilenos, son así contrarios y antagónicos a resolver los problemas socioeconómicos en forma individualista y definitivamente prefieren que el Estado tome un rol preponderante en dicha soluciones.
Estas dos condiciones anteriormente analizadas, y que son suficientes y necesarias para el éxito del modelo neoliberal en Chile, se están rápidamente desintegrando. El mundo parece estar entrando en un proceso de repetición de los cambios históricos que antecedieron a la primera guerra mundial. Por lo tanto es altamente probable que la actual globalización se hunda en forma parecida a como se hundió la globalización decimonónica que se inicio en 1870 y colapso en 1914[li]. Si ello ocurre, y la globalización efectivamente deja de existir, el actual modelo neoliberal chileno tendría sus días contados. Todo esto debido a que no tiene una base de apoyo cultural necesario para sobrevivir. Es decir existe una incongruencia fatal, entre estructura y cultura. La cultura popular es totalmente incongruente con el modelo y por lo tanto, tan pronto como la cesantía y el desempleo producto del fin de la globalización, llegue a límites intolerables, todo el sueño de los Chicago boys irremediablemente se vendrá abajo[lii]
Llegara así la hora de nuevamente pensar el futuro y para ello revisar la historia del modelo portaliano, el gobierno de Balmaceda y la historia de la segunda republica intervencionista, será una tarea fundamental. Chile no tendrá otra opción, sino crear una tercera república estatísta. Solo cabe esperar que los errores del periodo de 1939 – 1973 no vuelvan a repetirse y esta vez se hagan con éxito todos los esfuerzos necesarios para crear un chileno nuevo. Es decir, un hombre nuevo particularmente dotado de suficientes valores éticos para evitar los fracasos anteriores y así poder por fin derrotar el síndrome del desarrollo frustrado.
Esta es una fantástica oportunidad para que el país aprenda de sus fracasos como también de sus éxitos. El país funcionó mal cuando su sistema o estructura política no era congruente con su cultura. Por el contrario, el país funcionó bien cuando si existió congruencia entre cultura y estructura. La cultura chilena sigue estando dominada por actitudes, motivaciones, orientaciones, espíritu o resorte de tipo paternalista, colectivista y sobre todo estatísta. Obviamente, el modelo que el país necesita tiene que por fuerza ser congruente con este tipo de carácter nacional. La actual tendencia de tipo socialista que se expande por el continente, incluye un modelo estatísta e intervencionista. Por lo tanto el país haría bien en analizarlo y estudiarlo con objetividad, imparcialidad y cuidado.


[i] Para discusiones teóricas sobre los efectos de la motivación de logro sobre el desarrollo económico ver: D. McClelland, The Achieving Society, op. cit.; S. M. Lipset and A. Solary (eds.), Elites in Latin America, New York; Oxford University Press, 1967. Para la discusión teórica sobre el efecto de la estructura cultural sobre la eficiencia del sistema de toma de decisiones y la eficiencia de la burocracia ver: G. Almond, “A Comparative Study of Interest Groups and the Political Process”, H. Eckstein and D. Apter, op. cit.; pp. 401-403; ver también G. Almond and J. Coleman (eds.), The Politics of Developing Areas Princeton, Princeton University Press, 1960; G. Almond and G. Powell, Comparative Politics a Developmental Approach, Boston Little Brown and Company, 1966. Para la discusión sobre el impacto de la independencia y la condición satelital sobre desarrollo económico, ver: A. G. Frank, Capitalism and underdevelopment in Latin America, op. cit.; J. D. Cockcraft, A. G. Frank, and D. L. Jonhson, Dependence and Underdevelopment, Garden City, New York: Doubleday, Anchor, 1972. R. Chilcote, “A Critical Synthesis of the Dependency Literature”, Latin American Perspectives, p. 1, Spring 1974.
[ii] Para análisis relacionados con la falta de motivación de logro entre los conquistadores españoles véase; F. Encina, Nuestra inferioridad económica. Sus causas y sus consecuencias, Santiago: Editorial Universitaria S.A., 1955, pp. 43-44; F. J. Moreno, Legitimacy and Stability in Latin America. A study of Chilean Political Culture, New York: University Press, 1969 pp. 11-12; K. H. Silvert, Chile Yesterday and Today; New York, Holt, Rinehart and Winston, Inc., 1965, pp. 38-40; A. Edwards, La Fronda Aristocrática: Historia Política de Chile, Santiago; Editorial del Pacífico, 1928, pp. 17-18; A. Cabero, Chile y los Chilenos, Santiago, Editorial Nascimento, 1926, pp. 96-97. Para análisis relacionados con la falta de capacidad empresarial entre los nativos, léase; J. R. Stevenson, The Chilean Popular Front, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1942, pp. 3; F. Frías, Manual de Historia de Chile, Santiago, Editorial Nascimento, 1963, pp. 250; W. Mann, Chile luchando por nuevas formas de vida, Santiago, Editorial Ercilla, 1936, I, pp. 40-41.
[iii] El Profesor Burr argumenta que “Chile no tenía atractivo para los aventureros que deseaban hacer una ganancia fácil, los colonizadores que se aventuraron a ese territorio ya sabían lo que les esperaba. Este colonizador era un hombre diferente del que quería hacerse rico lo más rápido posible, en las áreas más norteñas del continente. La desesperada lucha día a día por la sobrevivencia impartió una estampa distintiva en los creadores de la nación chilena. Los aristócratas emergentes fueron tan trabajadores y tan duros en sus objetivos como sus contrapartes norteñas en los Estados Unidos”. R. Burr, By Reason or Force, Chile and Balancing of Power in South America, 1830-1905. Los Angeles: University of California Press, 1967, pp. 13; ver además a F. Encina, op. cit., pp. 43-44.
[iv] Frías argumenta que los jesuitas eran empresarios muy capaces que tomaron control de las actividades económicas más lucrativas y pronto empujaron hacia fuera y vencieron la competencia de otros empresarios coloniales con menos capital y menos organización. Ver F. Frías, op. cit., pp. 271-272
[v] “La aristocracia no se apuró en rodearse de lujos, los nuevos inmigrantes vascos frugales e industriosos se fusionaron con la vieja aristocracia y le agregaron vigor a sus valores ya establecidos” Burr, op. cit., pp. 14; ver además Edwards, op. cit., pp. 12-18; Silvert, op. cit., pp. 11; Mann, op. cit., pp. 38; Stevenson, op. cit., pp. 11; Cabero, op. cit., pp. 104; y Frías, op. cit., pp. 245.
[vi] Burr argumenta que los aristócratas de la última parte de la colonia permanecieron en sus haciendas con un muy estrecho contacto con sus trabajadores mientras sus familias permanecían en zonas urbanas. Burr, op. cit., pp. 13. La guerra de independencia y las turbulencias políticas de 1820 en adelante, también contribuyeron a mantener a los padres lejos de sus familias durante las primeras décadas de la era republicana. McClelland argumenta que los niños educados bajo estas circunstancias desarrollan una alta necesidad de logro. Ver McClelland, op. cit., pp. 46-50 y además D. McClelland, “ The Achievement Motive in Economic Growth”, en J. Finkle and R. Gable, (eds.), Political Development and Social Change , New York: J. Wiley and Sons, Inc., 1968, pp. 153-154.
[vii] Ver Frías, op. cit., pp. 257. Uno de los instrumentos estándar de medida de la cantidad de necesidad de logro en cualquier sociedad es el análisis de las historias para niños que se leen en los libros usados para educación primaria. McClelland, The Achieving Society, op. cit., pp. 71.
[viii] El gobierno (imitando a los Cameralistas y a los Despotistas Ilustrados) trató de desarrollar, especialmente a través de educación escolástica, las fuerzas materiales y espirituales de la nación. Léase J. Heise, Chile 1810-1960: 150 años de evolución institucional Santiago, Editorial Andrés Bello, 1960, pp. 46-47.
[ix] Ver Frías, op. cit., pp. 258-259.
[x] No obstante este carácter (aún creciendo en sus cualidades internas) no estaba aún totalmente desarrollado para promover la construcción de una sociedad industrial. No tenía suficiente imaginación, una mente abierta, suficiente dureza y demostraba débil predisposición para la innovación tecnológica. Leer Encina, op. cit., pp. 103; Edwards, op. cit., pp. 16-17.
[xi] Encina, op. cit., pp. 82; F. Pike agrega que la lista de empresarios chilenos era bastante larga, e indica lo siguiente: “ Detrás de estas estadísticas superfluas se esconden muchas historias de visión personal, enorme energía, y a veces brutal rudeza que rivaliza con éxito con las historias de hombres como Vanderbilt, Carnegie y Rockefeller”. F. Pike, Chile and the United States, 1880-1962. The Emergence of Chile`s Social Crisis the Challenge to United States Diplomacy, Notre Dame, University of Notre Dame Press, 1963, p. 4; leer también Cabero, op. cit., p. 364, Burr, op. cit., p. 14; Edwards, op. cit., p. 19; Stevenson, op. cit., p. 11; F. A. Pinto, Chile, un caso de Desarrollo Frustrado, Santiago: Editorial Universitaria, 1958, pp. 16-18.
[xii] Para análisis relacionados con la homogeneidad y cohesión de la cultura política chilena durante este período ver: Q. S. Collier, Ideas and Politics of Chilean Independence, Cambridge, University Press, 1967, pp. 4, 6; Stevenson, op. cit., pp. 5, 7; Edwards, op. cit., pp. 24,67; Encina, op. cit., p. 94; Silvert, op. cit., p. 61; J. Petras, Politics and Social Forces in Chilean Development, Berkeley University of California Press, 1969, pp. 78-82; O. Cope, “Politics in Chile, a Study of Political Factions and Parties and Election Procedures”, unpublished Ph. D. Dissertation, Department of Political Science, Claremont, 1963, p. 88.
[xiii] Moreno argumenta muy convincentemente que la conducta política tradicional está basada en la sumisión hacia un único centro de autoridad que estaba provisto del monopolio de la legitimidad. Ver: Moreno, op. cit., p. 81. Ver además: Cabero, op. cit., pp. 205-206; Edwards, op. cit., p. 48; Burr, op. cit., p. 15.
[xiv] Ver Ch. Parrish, “The Politics of Economic Development: Bolivia and Chile”, unpublished Ph. D. Dissertation, Department of Political Science, University of North Carolina, 1965 pp. 250-251; leer además: Burr, op. cit., pp. 79-83; Pike, op. cit., pp. 80-81.
[xv] Es necesario señalar que la cultura política era la misma que había dominado el sistema político durante el último siglo de la era colonial. Esta cultura homogénea había sido relegada a un rol secundario por casi 20 años (1810-1829). Tiempo en el cual líderes revolucionarios democráticos trataron de organizar a la nueva república mediante los principios del liberalismo. Estos líderes (entre ellos los fundadores de la nación chilena) fallaron en esta tarea. Para fines de los años 1820 el país estaba profundamente sumido en problemas y enfrentando anarquía política y caos económico. Muy pronto la mayoría de la aristocracia (que había permanecido relativamente pasiva durante la mayor parte del período revolucionario) y bajo el liderazgo de Diego Portales, decidieron establecer una vez más las viejas tradiciones políticas. Esta contrarrevolución aristocrática destrozó y derrotó totalmente a las distintas y débiles sectas liberales, borrando en un corto tiempo todas las características del liberalismo a través del uso de represión dura y métodos totalitarios. La homogeneidad cultural fue asegurada por los próximos 30 años, el miedo del caos económico, el miedo a la democracia liberal, a la dictadura militar, mantuvo a la aristocracia unida detrás de la institución de la presidencia. Para análisis que tratan estos desarrollos ver: J. Moreno, op. cit., pp. 61-102. Además, ver: Parrish, op. cit., p. 256; Pike, op. cit., p. 10; Heise, op. cit., pp. 25-33, 79; Edwards, op. cit., pp. 46, 52, 55, 58-59, 65; Burr, op. cit., pp. 14-16, 47; Cope, op. cit, pp. 40-42; Petras, op. cit., pp. 79-83; Enrique Bunster, “La Tardía Gloria de Portales”, Que pasa, Santiago, 10 de Junio de 1976, pp. 41-43.
[xvi] Ver: Edwards, op. cit., pp. 67, 73; Pike, op. cit., p. 10.
[xvii] Ver: Heise, op. cit., pp. 37,45; Cabero, op. cit., pp. 205-206; Moreno, op. cit., pp. 108, 111; Cope, op. cit., pp. 40-42.
[xviii] El Presidente tenía el control absoluto de la función de reclutamiento político, particularmente a través de su total control del electorado. Por lo tanto, el Presidente no tenía problemas en mantener grandes mayorías en el congreso. Aquellos candidatos incluidos en la lista de las preferencias presidenciales eran siempre elegidos, además él nombraba a los funcionarios públicos de los altos niveles y a los jueces; finalmente, él también nombraba a su propio sucesor a la presidencia (usualmente su ministro del interior), también tenía un muy cerrado control sobre la función de socialización política. La iglesia, la educación pública y la prensa eran instrumentos que inculcaban las creencias, valores y sentimientos que el Presidente consideraba deseables.
[xix] La función de agregación de intereses estaba desarrollada por el Presidente como líder del único partido activo, el Partido Pelucón. La función legislativa o de formulación de políticas era también una casi exclusiva prerrogativa del Presidente, el congreso simplemente tenia roles simbólicos y asesores. Las raras ocasiones en que el congreso no aprobaba con rapidez y legalizaba las decisiones presidenciales, el Presidente usaba infinidad de mecanismos para doblar la mano, y además tenía a su disposición el recurso del veto absoluto. Las funciones administrativas y las funciones judiciales estaban también bajo su control, el Presidente nombraba y removía a su gusto, tanto a los altos funcionarios públicos como a los jueces. Para discutir los poderes presidenciales durante la República Portaliana, léase: Heise, op. cit., pp. 37-45; Parrish, op. cit., p. 259; Cabero, op. cit., pp. 205-206; Edwards, op. cit., pp. 62, 144, 133; Moreno, op. cit., pp. 105-109; Burr, op. cit., p. 16; Frías, op. cit., p. 398.
[xx] El Profesor Burr argumenta que los abusos administrativos, ineficiencia, el robo y desorganización fueron gradualmente eliminados. Los servicios gubernamentales fueron ampliados y el número de burócratas reducido. Los ocupantes de los cargos fueron obligados a desempeñar su trabajo. Él agrega que este gobierno y administración eficiente permitieron a Chile entrar en una guerra contra la confederación peruana-boliviana y alcanzar la victoria final, aún después de la muerte de Portales; ver: Burr, op. cit., pp. 16, 48, 75. Un factor no menos importante explicando la eficiencia gubernamental es el sistema de mérito implantado para controlar la selección y promoción dentro del aparato estatal. Dos de los más importantes líderes políticos de este período, Manuel Montt y Antonio Varas, eran oficiales no aristocráticos que se elevaron a las altas posiciones de la nación a través del sistema de mérito. Ver: Edwards, op. cit., pp. 58, 89 y Frías, op. cit., pp. 400-463.
[xxi] Ver: Cabero, op. cit., pp. 206; Burr también agrega que había un “Comité de Actividades Anti-Chilenas”, a cargo de dirigir las tareas relacionadas con las acciones subversivas. Burr, op.- cit., pp. 47. En relación a la Guardia Nacional, uno puede señalar que una fuerza similar en estos días sería equivalente a un millón de hombres.
[xxii] Frías plantea que esta administración pública, reorganizada por Portales y mejorada por Montt, pasó a ser un modelo en Latinoamérica. Frías, op. cit., p. 394; Petras agrega que el Presidente Montt fue un excelente ejemplo de un modernizador dinámico. Si habilidad para controlar las masas, de manera de desarrollar la economía y su habilidad para arreglar las riendas del tradicionalismo y ajustarlas al carro de la modernización fue tan grande, que las facciones políticas contemporáneas tales como el ala corporativista del partido Democratacristiano podrían envidiar. Petras, op. cit., pp. 86.
[xxiii] Para análisis relacionados con las características desarrollistas de la Burocracia chilena durante este período, ver: Parrish, op. cit., pp. 190-192; Frank, op. cit., pp. 56-60, 65; H. Bernstein, Modern and Contemporary Latin America; New York J. B. Lippincott Co., 1952, pp. 486; M. Nolf, “Industria Manufacturera”, en CORFO, Geografía Económica de Chile, Santiago, Corporación de Fomento de la Producción, 1962, Vol. III, p. 154; Frías, op. cit., pp. 401, 429, 433-437, 457-458; Petras, op. cit., pp. 85-86; Pinto, op. cit., pp. 18-25.
[xxiv] Ver: Burr, op. cit., p. 19; y R. Rosencrance, Action and Reaction in Word Politics; Boston, Little Brown and Co., 1963, pp. 79-126.
[xxv] Esta política exterior fue implementada con dos programas específicos. Un primer programa para lidiar con las grandes potencias tenía como mayor objetivo mantener a Europa lejos y apaciguar a las grandes potencias a través de un adecuado tratamiento de sus intereses en Chile, tales como una adecuada protección a los extranjeros y sus capitales y el pronto pago de las obligaciones financieras. Un segundo programa se orientó a la rápida construcción de las fuerzas armadas para proteger los intereses chilenos y sus intereses en las áreas de influencia. El resultado de estos programas fue una conducta internacional de Chile que se caracterizó por una expansión territorial y una penetración política sobre sus vecinos. Chile reclamó territorios no previamente considerados chilenos, tanto en el norte como en el extremo sur. Chile se estableció y explotó nuevas adquisiciones a pesar de los pobres reclamos realizados por Bolivia y Argentina; Chile fue a la guerra contra la Confederación peruana-boliviana, principalmente porque esta nueva entidad política era considerada una amenaza para el predominio chileno en la costa pacífica de América del Sur, y un peligro para sus mercados agrícolas. Finalmente, Chile intervino en los asuntos domésticos de todos sus vecinos, usando triquiñuelas de la diplomacia internacional desde la persuasión amistosa hasta la diplomacia de la cañonera. Chile intervino en lugares tan lejanos como Colombia y Ecuador a fin de proteger su posición dominante. Para un profundo y completo análisis de la política exterior durante este período, ver: Burr, op. cit., pp. 12-96. Un breve análisis sobre esto también puede ser encontrado en las pp. 260-262. Ver además, Frank, op. cit., pp. 57, 65; Frías, op. cit., pp. 404, 430-433.
[xxvi] Ver: Frank, op. cit., pp. 65; Burr, op. cit., pp. 17; Frías, op. cit., pp. 401, 460-461.
[xxvii] Ver: Encina, op. cit., pp. 5-6; Frank, op. cit., pp. 61.
[xxviii] Frank argumenta que la mayoría de la riqueza producida entre 1840 y 1861 fue reinvertida en proyectos diseñados para promover el desarrollo económico. Él agrega que la mayoría de las industrias, especialmente el sector metalúrgico, eran manejadas por propietarios extranjeros, pero ellos eran residentes del país y económicamente chilenos. Frank, op. cit., pp. 59-60. Ver además, A. Pinto, op. cit., p. 19; M. Nolf, op. cit., p. 154; Pike agrega que los descendientes de estos extranjeros se casaron con chilenas y fueron admitidos dentro de la aristocracia en la segunda mitad del siglo XIX. Pike, op. cit., p. 6.
[xxix] Estos esfuerzos para construir una marina mercante autóctona estaban orientados por el deseo de ganar independencia de los monopolios navieros extranjeros. Estas políticas proteccionistas fueron aparentemente muy exitosas. Valparaíso llegó a ser un puerto de primera línea y la marina mercante creció casi tres veces durante este período. Ver: Frank, op. cit., pp. 58-65; Frías, op. cit., p. 400; S. Sepúlveda, El Trigo Chileno en el Mercado Mundial, Santiago, Editorial Universitaria, 1959, p. 37.
[xxx] Encina argumenta que los chilenos de este período no cayeron en el consumo superfluo y que casi todo lo que se necesitaba para el consumo diario, excepto algunos tipos de zapatos y sombreros, eran hechos en casa. Hasta 1860 la población y el país tenían un balance favorable entre la capacidad para producir y la capacidad para consumir. Encina, op. cit., pp. 80-82, 108-111. Frías agrega que la producción de carbón fue iniciada en 1843, a fin de evitar las importaciones de carbón británico. Frías, op. cit., p. 436.
[xxxi] Chile exportó unas muy importantes cantidades de productos agrícolas, estos constituían sobre el 40% del total de las exportaciones (los productos agrícolas), especialmente se exportaba trigo y harinas. También se exportaban grandes cantidades de carbón, cobre, plata, fertilizantes naturales, especialmente nitrato (en 1864 se exportaron 50.000 toneladas). El principal mercado para el trigo y la harina era Perú, seguido por el mercado de California, después el mercado Australiano y finalmente el mercado Europeo. Carbón se exportaba a Panamá y California. El cobre se exportaba a Europa, especialmente Inglaterra. Pero aparte de todo esto, hubo un rápido aumento en los precios de las materias primas, entre 1850 y 1873. Para discusiones relacionadas con las exportaciones chilenas durante el período en referencia, leer: Pinto, op. cit., pp. 15, 46; además Encina, op. cit., p. 81; Frank, op. cit., pp. 60-61; Frías, op. cit., pp. 436-461; Parrish, op. cit., p. 198; y Pike, op. cit., p. 4.
[xxxii] Ver: Frank, op. cit., pp. 61, 63; Sepúlveda, op. cit., pp. 60-61.
[xxxiii] Debray argumenta que la infraestructura agraria proveía una muy poderosa base a la burguesía de terratenientes, industriales y banqueros. Ellos trabajaban para el mercado internacional y su trabajo se facilitaba por una gran autonomía nacional. R. Debray, The Chilean Revolution. Conversations with Allende, op. cit.
[xxxiv] La tasa bruta de desarrollo se ha calculado usando las cifras que presenta Encina y Heise. Ver: Encina, op. cit., pp. 91-92 y Heise, op. cit., p. 58. Para referencias sobre el trabajo hecho por el ministro Rengifo, ver: Enrique Bunster, “El Ministro Rengifo”, Que Pasa, Santiago, 24 de Junio de 1976, pp. 40-43.
[xxxv] Ver: Frank, op. cit., p. 61; Frías, op. cit., p. 461.
[xxxvi] Ver: Heise, op. cit., p. 58; Pinto, op. cit., p. 15.
[xxxvii] Ver: Frank, op. cit., p. 61; Pinto, op. cit., pp. 15-16.
[xxxviii] Ver: G. Wyte, “The Rise of The Factory in Latin America”, HARH, Vol. XXV, Nº 3, August 1945, pp. 295-314; F. Rippy and J. Pfeiffer, “Notes on the Dawn of Manufacturing in Chile”, HARH, Vol. XXVIII, Nº 2, p. 296; Frías, op. cit., p. 437.
[xxxix] Ver: C. Veliz, Historia de la Marina Mercante de Chile, Santiago, Ediciones de la Universidad de Chile, 1961, Capítulo 3; Burr, op. cit., p. 79.
[xl] Ver: Frank, op. cit., p. 60; Parrish, op. cit., pp. 192-193; Pike, op. cit., pp. 7,9; Heise, op. cit., p. 58; Burr, op. cit., p. 74; y J. C. Jobet, Ensayo Critico del desarrollo Económico-Social de Chile. Santiago, Editorial Universitaria, 1955, p. 42.
[xli] : Frank, op. cit., pp. 58, 64; Burr, op. cit., p. 74; Veliz, op. cit., Capítulo 3.
[xlii] Ver: Burr, op. cit., p. 74. Él agrega que en 1851, el ministro encargado de la Marina de Guerra anunció planes para visitas regulares de los barcos de guerra chilenos en el Pacífico, patrullando desde la zona de Valparaíso hasta San Francisco en los Estados Unidos, esto con el objeto de que la flota mercante chilena pudiera estar bien protegida en esta región y que los cónsules chilenos pudieran tener a mano una fuerza suficiente para hacer respetar sus decisiones. Burr, op. cit., p. 74.
[xliii] Veliz, op. cit., Capítulo 4.
[xliv] Ver: Nef, op. cit., p. 17; Veliz, op. cit., Capítulo 4.
[xlv] Cabero, op. cit., pp. 350-356; Pinto, op. cit., pp. 25; Frank, op. cit., p. 58. La lista de escritores que hacen referencias generales relacionadas con la velocidad y rapidez del desarrollo económico chileno durante este período es muy larga. Ver especialmente: Parrish, op. cit., pp. 190-193; Moreno, op. cit., pp. 127, 142; Heise, op. cit., p. 58; Jobet, op. cit., p. 42; Burr, op. cit., pp. 32, 69, 72-74; Pike, op. cit., p. 1; Petras, op. cit., p. 85; Debray, op. cit., p. 26; Encina, op. cit., pp. 80-82; Frías, op. cit., pp. 460-461; L. Galdames, History of Chile, Chapel Hill, The University of North Carolina, 1941, pp. 257-261; A. O. Hirschman, Journey Toward Progress. Studies of Economic Policy- making in Latin America; New York, The Twentieth Century Fund, 1963, p. 164; Royal Institute of International Affairs, The Republics of South America; London, Oxford University Press, 1937, p. 141; J. Johnson, The Military and Society in Latin America; Stanford, Stanford University Press, 1964, p. 63; N. Lechner, La Democracia en Chile, Buenos Aires, Ediciones Signos, 1970 p. 29.
[xlvi] Para discusión y análisis de los antecedentes inmediatos en la creación de la CORFO y sus empresas estatales sírvase ver F. Duque “La Empresa Nacional de Electricidad (ENDESA) Un Tratado Sobre la Conducta de una Corporación Publica en una Sociedad Transicional”. Puerto Montt 2005. Cáp. 4. Pg. 104-168. http://www.fernandoduquecipol.blogspot.com . La ideología antiliberal desarrollada por los políticos que crearon el Frente Popular y luego crearon la CORFO tienen su origen remoto en la ideología estatísta e intervencionista de la republica portaliana y también en la ideología que inspiro al gobierno del presidente Balmaceda entre 1886 y 1891. Para análisis extensos de esta línea de sucesión histórica en república portaliana, gobierno de Balmaceda Y Frente Popular, sírvase ver O. Cope “Politics in Chile: A Study of Political Factions and Parties and Elections Procedures” Unpublished Ph.D dissertation, Claremont 1963 Pg 249,272, 300-306, 406; P. Snow, “ The Radical Parties of Chile and Argentina”. Unpublished Ph.D. dissertation, University of Virginia 1963 pg 67-71, 90; J. Stevenson . The Chilean Popular Front. University of Pennsylvania press. Philadelphia 1942. pg 63, 71-75, 82-85; K. Silvert Chile Yesterday and Today. Rinehart and Winston Inc, New York 1965 Pg. 6-7, 23-32, 107-112.; H. Finer, The Chilean Development Corporation. A Study in National Planning to Rise Living Standars. International Labor Office, Montreal .1948
[xlvii] F.Duque, Empresa Nacional de Electricidad. Op. Cit. 122-123
[xlviii] Para una larguisima lista de autores que indican el inminente fenómeno de una superpoderosa China como nuevo hegemón sírvase ver F. Duque “Una esperanza Frustrada: La Eminente Crisis Política de los Gigantes Asiáticos y su Posible Impacto en Chile”. Universidad de los Lagos. Puerto Montt, Septiembre 2009 pg 12- 13 y particularmente nota 13. publicada http://www.fernandoduquecipol.blogspot.com . Aquí se mencionan las proyecciones de veintiún prestigiosos especialistas que señalan que en diez o quince años mas, China reemplazará a los Estados Unidos, como el nuevo hegemón planetario.
[xlix] N, Ferguson, “Sinking Globalization” Foreign Affairs March – April 2005. Vol. 84 nº2. Pg 74-77.
[l] J. Larraín, Identidad Chilena, Lom, Santiago 2001, pg 172-179; Gabriel Salazar, “The History of Popular Culture in Chile: Different Paths” en K. Aman y C. Parker, Popular Culture in Chile, Resistance and Survival (Boulder: Westview Press, 1991), pp. 18-20; Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia Contemporanea de Chile, Estado, Legitimidad, Ciudadania. Lom, Santiago 1999. Pg 146-148; M. Salinas Historia del Pueblo de Dios en Chile, Ediciones Rehue . Santiago 1987; M. Salinas “Al Verte Sonriente Decimos: “Viva María”, Humor y Misticismo en la Religiosidad Popular de Chile”. U.C Maule nº19, Diciembre 1995 p.g 53-59; T. Moulian “Historicismo o Esencialismo” proposiciones nº 20, 1991, pg 288-289. A todo esto es necesario agregar que solo un 7.3% de los chilenos apoya con fuerza y convicción el sistema económico neoliberal, un 33.2% piensa que el sistema fue impuesto a la fuerza por una pequeñísima minoría y un 54.9% piensa que si hay suficiente organización, entre todos se puede cambiar el sistema. Ver Programa Naciones Unidas Para el Desarrollo Desarrollo Humano en Chile, Nosotros los Chilenos: Un Desafío Cultural. PNUD 2002. pg 327
[li] N. Ferguson. Op. Cit.; F.Duque “Chile y la Globalización: Una Dependencia Potencialmente Peligrosa” . RAP. Revista de Administración Pública. Fundación Getulio Vargas. Vol 41. Enero- Febrero 2007 Pag 7-27.
[lii] Para una magistral descripción de la Teoría de la Congruencia (congruencia entre estructura y cultura) sírvase ver, H. Eckstein División and Cohesión in Democracy. A Study of Norway. Princeton University Press . Princeton 1966 appendix B. pp 225-287.

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