viernes, 3 de junio de 2011

LA TEORÍA MARXISTA DE LA DEPENDENCIA Y LA DECADENCIA DEL LIBERALISMO OCCIDENTAL



F. Duque Ph.D.
Puerto Montt, Octubre de 2010


                Después de la segunda guerra mundial, pensadores latinoamericanos elaboraron la teoría de la dependencia.[1] Ella explicaba en forma simple y elegante las enormes diferencias en los niveles de desarrollo económico, político y social que tenían los distintos países del planeta. Por un lado, existía un pequeñísimo grupo de países enormemente ricos dueños de la mayoría de la riqueza y el ingreso mundial y ellos constituían el Primer Mundo. En este exclusivo grupo de naciones, estaban los países de la Europa Occidental, Estados Unidos de América, Canadá y Australia. Luego había un Segundo Mundo, también industrialmente desarrollado, armado hasta los dientes, pero mucho menos rico que el Primer Mundo. Este también exclusivo grupo estaba formado por la Unión Soviética y sus aliados de la Europa Oriental. Finalmente estaba el tercer mundo, y aquí se encontraban la inmensa mayoría de la humanidad, es decir, todos los países que en décadas y siglos anteriores habían sido colonias del Primer Mundo. Todos ellos estaban en regiones que habían sido explotadas por el Primer Mundo desde finales del siglo XV, cuando Cristóbal Colón inició el proceso colonizador del planeta.


            Por supuesto que el Tercer Mundo incluía a toda Asia, África, Oceanía y América Latina. Para la teoría de la dependencia, naturalmente hay una relación simbiótica y sistémica entre el Primer y Tercer Mundo. En otras palabras la riqueza del Primero es la consecuencia de la pobreza del Tercero, y viceversa. Esta relación sistémica se ha analizado metafóricamente, como un gigantesco banco de sangre dirigido y gobernado por el propio Satanás. Aquí los enfermos y débiles, bajo la amenaza de enormes castigos se veían obligados a donar su sangre a los pocos sanos y fuertes. De esta manera, los pobres perpetuaban sus condiciones de miseria y subdesarrollo.

            Naturalmente, las elites oligárquicas de los países ricos no eran los únicos culpables de esta gigantesca atrocidad. A ella también habían contribuido las corruptas y traidoras elites de los países tercermundistas. En pago por servir como administradores y capataces del proceso expoliatorio contra sus propios pueblos, recibían un estándar de vida confortable y bien protegido por las fuerzas militares de los poderes dominantes, especialmente los Estados Unidos.

            Para la Teoría de la Dependencia, la explotación económica, se producía a través de varios indicadores. Primero estaban las fabulosas ganancias e intereses producidos anualmente por los capitales extranjeros invertidos en el Tercer Mundo. Estas inversiones, pertenecían tanto a corporaciones multinacionales como préstamos estatales que los países ricos, del Primer Mundo hacían hacia el mundo subdesarrollado. Por sólo este concepto, enormes sumas de dinero, salían todos los años y ellos iban a enriquecer al Primer Mundo y también empobrecer al Tercero (sólo en Chile, en los últimos 5 años, las ganancias de las minas de cobre extranjeras y que se han llevado hacia el exterior, superan con creces el producto bruto chileno de un año).

            Un segundo indicador de la dependencia estaba compuesto por una gran cantidad de mecanismos de explotación tales como el cobro usurario de fletes, patentes, seguros, abogados, asesores financieros, servicios bancarios, etc. Naturalmente, todos estos servicios estaban en manos de empresas e instituciones del Primer Mundo.

            En tercer lugar, y tal vez el mecanismo de explotación más importante, era la manipulación grosera de los términos del intercambio. El Primer Mundo fijaba los precios de los productos primarios provenientes  del Tercer Mundo (por lo general materias primas sin valor agregado) y también fijaba usureramente los precios de los productos industriales importados por el Tercer Mundo (por lo general: medicinas, instrumentos de precisión, armas, productos industriales y sobre todo tecnología). Cada año, las exportaciones del Tercer Mundo, tenían menos valor y las importaciones que esta región estaba obligada a hacer, eran cada vez más caras (a comienzos de los años 40 del siglo XX, importar un tractor costaba 5 ó 6  toneladas de cobre, 60 años después, un producto similar costaba 15 toneladas de cobre).

            Un cuarto indicador de la Dependencia estaba constituido por la enorme fuga de cerebros. Cada año, los mejores profesionales y técnicos del Tercer Mundo, emigraban al Primero en busca de trabajo y mejores condiciones de vida. Esta enorme sangría de talentos, creaban un subdesarrollo cultural que tenía un impacto devastador sobre la capacidad productiva del mundo subdesarrollado.

            La Teoría de la Dependencia, concluía su análisis sobre las causas del subdesarrollo, señalando que para lograr un rápido crecimiento económico era necesario e indispensable cortar de cuajo las cadenas de la dependencia. Esta operación, naturalmente, debería hacerse por medios pacíficos si ello era posible o por la vía revolucionaria si el primer Mundo insistía en mantener  sus privilegios y continuar con la apropiación de las riquezas e ingresos del planeta.[2]

            Después de la segunda guerra mundial, el pueblo chino fue el primero que decidió implementar la teoría de la Dependencia, por la vía revolucionaria, y logró su objetivo en 1949. Luego fue Corea y este intento, desató una guerra con occidente, que duró tres años. Esta fue la primera guerra que los anglosajones no lograron ganar en el siglo XX y la disputa terminó con un armisticio en 1953.  Posteriormente, la lucha revolucionaria se extendió al sur de Asia. Los ingleses y los holandeses, fueron obligados a retirarse de sus colonias en la India, Malasia, Indonesia, Pakistán y Bangladesh. La revolución también estalló en África y Medio Oriente, aquí los franceses, ingleses y belgas, fueron expulsados de Argelia, Túnez, Libia, Egipto, y toda el África sub-sahariana. La ola revolucionaria también se extendió a América Latina y Cuba ganó su verdadera independencia en 1959. El proceso revolucionario continuó y Occidente se vio obligado a enfrentar una segunda guerra, esta vez en Indochina, guerra que finalmente perdió a mediados de los años 70.  Con ella, Vietnam, Laos y Camboya, consolidaron su independencia nacional. En América Latina, la lucha independentista violenta fracasó y Estados Unidos consolidó su dominio sobre su “patio trasero” en la década de los 70 y 80. Para ello utilizó a las corruptas elites burguesas y a dictaduras militares.  La dictadura reaccionaria se extendió por toda la región y sólo Cuba sobrevivió como país independiente. La última región en iniciar su lucha liberadora contra el occidente liberal, es la media luna musulmana que va desde el norte de África hasta Indonesia. Allí la confrontación violenta continúa en el Líbano, Palestina, Irak, Irán, Afganistán, Pakistán y Filipinas.

            Pero el Tercer Mundo, no sólo se libró del yugo colonial occidental por la vía violenta. En distintos periodos, los países del Tercer Mundo, han mantenido una lucha sorda pero pacífica por liberarse del control de los capitales occidentales. Los casos más exitosos de este esfuerzo, pueden encontrarse en Japón después de la segunda guerra mundial y en los “tigres asiáticos” tales como: Corea del Sur, Singapur, Malasia, Taiwán y Tailandia. Estos países asiáticos han logrado, con éxito, implementar políticas proteccionistas, una fuerte intervención estatal y de un severo control de los capitales occidentales. Gracias a estas políticas protectoras del interés nacional, estos países han logrado alcanzar elevados niveles de desarrollo. Posteriormente, América Latina también ha seguido la vía pacífica de liberación nacional y con eso liberarse del yugo occidental. A comienzos del siglo XXI, países tales como Nicaragua, El Salvador, y Panamá, han iniciado procesos de cambio pacífico y ellos están dando resultados. En América del sur, esta revolución pacífica y electoral se ha extendido a Venezuela, Ecuador, Brasil, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Argentina.

            Los Estados Unidos están perdiendo el control de su patio trasero. Esto, en parte, se debe a su actual debilidad económica y a sus fallidas  campañas militares contra la civilización islámica, naturalmente ocasionada por la salvaje lucha por el control de los recursos petroleros del Medio Oriente. Debido a estas campañas militares, el coloso del norte, es poco lo que puede hacer en América Latina para recuperar su poder perdido. Hay probabilidades, de que pronto México y Perú se sumen a este movimiento emancipador de tipo pacífico y mediante elecciones democráticas. Por primera vez, las pequeñas oligarquías prooccidentales y liberales están siendo derrotadas contundentemente en las urnas electorales.

            Como conclusión de todo este proceso independizador, es que hoy día, Europa Occidental y los estados Unidos, ya casi no poseen colonias para explotar, y este paradigmático fenómeno, en no poca medida explica los gravísimos problemas económicos a los que se están enfrentando. Las ex colonias particularmente China, India, los “tigres Asiáticos” con la contribución de Rusia, América Latina y África, son los verdaderos actuales motores del desarrollo económico mundial. Todos ellos están en proceso de recuperación de sus riquezas naturales y han aprovechado el proceso globalizador para iniciar la ruina económica del occidente liberal. Occidente, gracias a su enorme capacidad empresarial y a su superior poder militar, inició la conquista del mundo a finales del siglo XV y la terminó a mediados del siglo XX. Este enorme poder económico y militar, le permitió a los occidentales, particularmente a los anglosajones, comprar a las corruptas elites tercermundistas y continuar su proceso de enriquecimiento y esto duró hasta finales del siglo XX. Esta dominación económica y militar, hizo posible que el Primer Mundo explotara a miles de millones de semiesclavos en el Tercer Mundo. Esta brutal sobre explotación, fue la que le facilitó a las elites burguesas occidentales darse el lujo de crear un muy bien organizado y poderoso estado benefactor para sus clases medias y trabajadoras.  Con los enormes beneficios que este estado de bienestar daba a los trabajadores occidentales, los ricos podían comprarse la paz social y así gozar de sus enormes riquezas sin mayores problemas y preocupaciones.

            Fue así como los trabajadores occidentales de cuello y corbata así como los trabajadores de overol y de camisas  azules, pudieron gozar de un estándar de vida envidiable, con vivienda, salud, educación, transporte y seguridad social, prácticamente, gratis. Fue así como Europa occidental, Estados Unidos, Canadá y Australia se transformaron en verdaderos paraísos de bienestar y civilización. Ellos son las estrellas de la actual civilización liberal.  La clase media y la clase trabajadora occidental, han gozado, hasta ahora, de suculentos beneficios, sueldos y salarios. Funcionarios públicos, sin educación universitaria en California, como son los policías y los bomberos, ganan en promedio más de 100.000 dólares por año y obreros de la industria del automóvil, ganan un promedio de 70 dólares la hora. Como si todo esto fuera poco, al término de sus días laborales, (entre 50 y 55 años), reciben jubilaciones de más de 100.000 dólares al año.[3]

            Este maravilloso Estado de Bienestar occidental, sólo puede funcionar con la explotación del Tercer Mundo. La existencia de este altísimo estándar de vida en las clases trabajadoras, hizo que obreros y empleados occidentales, apoyaran con gusto las guerras de conquista e intervenciones que sus elites hacían en el Tercer Mundo. Puede decirse así que los ciudadanos occidentales, gustosamente, dieron el apoyo a sus dirigentes para la explotación del planeta.  A cambio de estos suculentos y generosos beneficios sociales, las clases trabajadoras podían tolerar sin rencores, el fabuloso estándar de vida de sus ricos patrones (los cuales ganaban y siguen ganando varias decenas de millones de dólares por año). Es preciso señalar, que la alta burguesía occidental ha tenido, en los últimos 30 años, un estándar de vida que los reyes y los nobles de épocas pasadas, nunca pudieron siquiera imaginar.

            Pero a principios del siglo XXI, todo este paraíso idílico, cambió profundamente. La super explotación de las masas tercermundistas, se ha reducido sustancialmente. En los últimos 10 años, el occidente liberal, ya no puede competir con los productos industriales que el Tercer Mundo produce. Ellos son baratos y con buena tecnología. Como consecuencia de esto, el déficit de las balanzas de pago occidentales (salvo Alemania), han aumentado exponencialmente. Hoy el consumo de occidente, ya no está basado en el ahorro, sino que se hace en base al crédito y por lo tanto, el endeudamiento colectivo, ha llegado a niveles estratosféricos. Por su parte, los impuestos que los Estados cobran para poder cubrir los enormes gastos fiscales que demanda el estado de bienestar ya no alcanzan. Esto hace que los Estados también se endeuden y se creen enormes déficit fiscales.

            La crisis actual, iniciada en el año 2007, no sólo ha arruinado a millones de ciudadanos occidentales (pérdida del valor de sus casas, pérdida del valor de sus acciones bursátiles y en no pocos casos pérdida del empleo), sino que también está causando la ruina de los Estados y ya hay al menos tres ya que están al borde de la bancarrota  (Islandia, Irlanda y Grecia). Otros tales como Gran Bretaña, Italia, España, Portugal y todos los países ex socialistas de Europa Oriental, están en gravísimos problemas económicos. Ahora que esta superexplotación de mundo ya no existe, occidente ha caído en un proceso de declinación acelerado. Ahora, la mayoría de los trabajadores del Tercer Mundo, trabajan para su propio desarrollo y queda poca plusvalía para financiar el estándar de vida de las clases medias y trabajadoras de los países del Primer Mundo. El Primer Mundo está quebrado, está endeudado hasta el cuello y no puede competir con el Tercer Mundo. Primero porque tiene que pagar altísimos salarios y beneficios sociales, y en segundo lugar porque se ve obligado a comprar materias primas a precios de mercado. Y no como antes donde estos precios se fijaban en Londres o Nueva York. 

            La mayor productividad tercermundista, particularmente de China, le ha permitido a este país, transformarse en un Estado acreedor. El flujo de la riqueza ahora se mueve desde occidente hasta el Asia y en menor medida hacia América Latina y África. El Primer Mundo, aún consume gracias al crédito y al Tercer mundo crea gigantescas reservas monetarias. Este fenómeno paradigmático, produce un desbalance planetario de muy difícil solución. Es ahora el Tercer Mundo el que es prestamista y utiliza sus enormes capitales, para cobrar “rentas ricardianas”. Se ha producido así, un fenomenal “vuelta de tortilla” Ahora es occidente que sufre la corrupción acelerada de sus instituciones y se debilita gravemente. Ahora es Asia la que verdaderamente ha empezado a mandar.

            La elites oligárquicas occidentales, en desesperación, y en forma muy poco inteligente, han decidido eliminar el estado de bienestar para sus poblaciones y ello no solamente por estupidez, sino porque simplemente, esta estructura ya no se puede financiar con los actuales impuestos. Ello se podría hacer si las oligarquías occidentales, deciden rápidamente moverse y adoptar medidas proteccionistas y con ello darle un golpe de gracia mortal a la actual globalización.  Tanto los Estados Unidos como Europa Occidental, tienen un mercado interno y con suficiente población como para funcionar adecuadamente, por supuesto, esto implicaría enormes sacrificios para los ricos, ya que ellos se verían forzados a pagar impuestos como los que hoy tiene Suecia. Pero los super ricos occidentales, carecen de la sabiduría de los escandinavos, y han decidido acabar con los estados de bienestar y los salarios adecuados y tratarán de explotar a sus propias poblaciones, tal como lo han hecho por siglos en el Tercer Mundo.

            Naturalmente, esta es una decisión  sumamente arriesgada. Tanto Europa como Estados Unidos, tienen una larga historia de luchas laborales, y su tradición sindical, dormida por varias décadas, puede, nuevamente, despertar. Si ello ocurre, la lucha de clases sería una consecuencia natural de las políticas antilaborales que occidente quiere implementar en sus propios países. Si esta guerra de clases, adopta características violentas y la alta oligarquía utiliza medidas represivas y salvajes, es altamente probable que se cometan errores políticos de gran magnitud, y ello radicalice sustancialmente el movimiento popular.

            En pocos días más se celebrarán elecciones para el Congreso de los Estados Unidos. Es altamente probable que la ultra derecha gane la mayoría de la Cámara de Diputados y también tenga enormes ganancias en el Senado. Si ello ocurre, las políticas progresistas del presidente Obama, llegarán a su fin. El país entrará en un empate político y en un ambiente corrosivo de alta intolerancia ciudadana. Si la administración Obama no puede resolver los urgentes problemas económicos, particularmente el desempleo, es también probable que no gane su segundo periodo como presidente. Con esta desgracia, el país caerá en manos de la ultra derecha del partido republicano y con ello, el país empezará a sufrir los mismos problemas sociales que hoy día Europa Occidental sufre, es decir, la destrucción del Estado de Bienestar.

            Con Europa occidental y Estados Unidos sumidos en luchas políticas confrontacionales, la guerra de clases se incrementará exponencialmente. Los obreros, campesinos y clase media occidental, una vez más estarán enfrentados a la disyuntiva de seguir o acabar con el capitalismo. Una vez más, así como a comienzos del siglo XX, las rutas son diferentes. Una lleva hacia el socialismo y la otra lleva al fascismo.

            Ojala que la alternativa socialista sea la que triunfe, y con ello occidente haga su transición del capitalismo al socialismo en forma pacífica. Ahora la riqueza y el desarrollo existen. Las fábricas, los bancos y el resto de la infraestructura están intactos. La sociedad occidental, es todavía sumamente rica y desarrollada. Las clases populares, si siguen con cuidado la disciplina marxista, podrían tomar el poder pacíficamente y con elecciones, y con ello alcanzar el sueño del marxismo democrático. El pueblo trabajador puede romper sus cadenas de dependencia con respecto a la oligarquía plutocrática y puede reemplazar la iniciativa individual y egoísta con iniciativa cooperativa y colectiva. Con inteligencia se puede reemplazar a la empresa privada, por una eficiente y productiva empresa estatal y con ello garantizar el empleo y bienestar para todos. Los super ricos no tendrán otra opción sino que adaptarse tal como han hecho los países escandinavos.

            Si todos estos cambios benignos ocurren, la teoría marxista de la dependencia, terminará  triunfando sobre la teoría liberal y con China  a la cabeza, el mundo entero podría empezar su camino al socialismo y así el sueño de Marx por fin podría ser realidad.
             


           


[1] Los antecedentes remotos de la Teoría de la Dependencia, fueron delineados al comienzo del siglo XX, por Francisco Antonio Encina en su famoso libro titulado “Nuestra inferioridad Económica” originalmente publicado en 1911, y posteriormente republicado por la Editorial Universitaria en 1955. Encina argumenta que una de las causas más importantes de la inferioridad económica  de Chile en el siglo veinte, era la rápida  europeización y culturalización que ella conlleva, iniciada en chile después de 1860. Este gran historiador chileno presenta una novedosa teoría sobre el impacto de esta dependencia mental sobre una nación en desarrollo como era Chile. Al enunciar estas ideas en 1911, Encina se estaba anticipando a algunas ideas que posteriormente fueron trabajadas por Gunter Frank, Osvaldo Sunkel, y todo el equipo de brillantes cientistas sociales de la CEPAL, liderados por Raúl Prebich. Encina argumenta en su trabajo, que una superpotencia busca la simpatía de una nación más débil, no con el propósito de ayudarla, sino para transformarla en satélite o colonia. Este proceso de satelización contribuye a aumentar el poder de la superpotencia en su lucha con otros grandes Estados. Un aspecto de esta relación de dependencia, son los esfuerzos del poder superior por desarrollar altísimas necesidades de consumo superfluo en la nación menos poderosa. Todo esto con el objeto de crear un mercado para sus propios productos industriales. La penetración cultural del super poder, produce cambios profundos y distorsiones enormes y que tienen consecuencias económicas y éticas gravísimas para la nación más débil. Invariablemente, este proceso termina con la destrucción del espíritu de nacionalidad, el deseo de avanzar y todo ello lleva a la eventual declinación de la nación más débil.  Sírvase ver: Encina, Francisco; Nuestra Inferioridad Económica. Santiago, Editorial Universitaria, 1955. Pp. 74 – 78. Entre otros autores chilenos que escribieron ensayos anteriores a la formulación de la Teoría de la  Dependencia se pueden mencionar los siguientes: Florentino Abarca: La Decadencia de Chile. Valparaíso , Imprenta Cruz, 1904; Alberto Cabero:  Chile y los Chilenos, Santiago, Editorial Nascimento, 1926; Alberto Edwards: La Fronda Aristocrática , Santiago, Editorial del Pacífico, 1928; Eduardo Frei:  Aún es Tiempo, Santiago, Talleres Gráficos El Chileno, 1942; Reinaldo Harnecker: Política Eléctrica Chilena, Editorial Nascimento, 1936; Wilhlem Mann: Chile Luchando por Nuevas Formas de Vida, Santiago, Editorial  Ercilla, 1936.
[2] Entre los autores más importantes de la Teoría de la Dependencia es preciso mencionar los siguientes:  A. Frank: Capitalism and Underdevelopment in Latin America. New York, Modern Reader, 1967; J. D.  Cockcroft, A. G. Frank and D. L. Johnson:  Dependence and underdevelopment. Garden City, New York, Doubleday Anchor, 1972; R. Chilcote: “A Critical Synthesis of Dependency Literature” Latinamerican Perspective. Spring, 1974; Salvador Allende:  Chile’s Road to Socialism. Baltimore Penguin Books Editorial, 1973; P. Baran y P. Sweezy: Monopoly Capital. An Essay on the American Economic and  Social Order, New York, Monthly Review Press, 1966; A. Cademartory: La Economía Chilena. Un Enfoque Marxista, Santiago, Editorial Universitaria, 1960: Regis Debray: The Chilean Revolution. Conversations with Allende. New York, Randon House, 1971; A. Frank: Lumpen Burgeoisie an Lumpen-Development: Dependency Class and Politics in Latin America. New York Monthly Review Press, 1972;  E. Alperin: Nationalism and Communism in Chile, Cambridge The Mit Press, 1965; J. Jobet: Ensayo Crítico del Desarrollo social de Chile. Santiago, Editorial Universitaria, 1958; D. L. Johnson (Ed.):  The Chilean Road to Socialism. New York, Anchor Press, 1973: J. Petras:  Politics and social Forces in Chilean Development. Berkeley University of California Press, 1969; J. Petras: Latin America: From Dependence to Revolution. New York, Wiley and Sons, 1973: A. Pinto: Chile un Caso de Desarrollo Frustrado, Santiago, Editorial Universitaria, 1955;  H. Ramirez: Historia del Imperialismo en Chile, Santiago Austral, 1960.
[3] Ver: “Briefing American states’ pension funds. A gold-plated burden” The Economist, October 16th. 2010, pgs. 95 - 96

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